//Lección de amor (Carta a Margarita Posada)

Lección de amor (Carta a Margarita Posada)

Todo el tiempo pensé que mi mamá, era mi mamá, por momentos le reclamé no estar siempre a mi lado, como niño celoso que no quiere compartir el amor de su mamá con nadie más. Mi madre es mía y solo mía.

En el camino de su vida pude identificar más egoístas, entre ellos gente que admiró y con la que trabajó con gran amor y entrega, personajes que marcaron su vida, pero que la aislaron cuando ella opinó y se movilizó en favor del desprotegido y no de apoyar los intereses egoístas que en ese momento promovían.

No sólo la aislaron, también intentaron coartar su pensamiento y su voz, como niños egoístas que piensan que solo las cosas que a ellos les gustan son las únicas que merecen importancia.

Vivía en un mundo egoísta, rodeado de egoístas, un sistema en el que dependiendo de cuanto tengas, eso vales.

Para ella la vida no era así. Cada persona valía por el hecho de serlo y como persona tenía derecho a que alguien la amara y la cuidara. Ella vivió velando y luchando por los cuidados a la población del país en el que vivió: El Salvador. Pero lo hizo con tanta pasión, con tanta entrega y con tanta convicción que su lucha trascendió nuestras fronteras y se hizo universal. Amó a cada salvadoreña y salvadoreño como si fuera su familia y con el mismo amor demandó justicia y derechos donde quiera que encontrara pobres, excluidos o marginados.

Nunca pude entender porqué se entregaba tanto. “De todos modos la gente no agradece”, le decía yo egoístamente. Mi madre es mía y solo mía.

Tuvo que pasar lo que vivimos este 13 de julio del 2020, verla fallecer con el sistema cerrando sus puertas y negándole la atención que necesitaba en su momento de agonía causado por el cáncer, para que yo abriera mis ojos y pudiera ver por lo que tanto peleaba.

Ella siempre peleó por cada niña y niño que no recibía la atención a la que tenía derecho. Luchó por cada mujer violentada ante un sistema que responde cerrando sus ojos, dejándolas morir abandonadas. Combatió con todas sus fuerzas para que las minas dejaran de destruir nuestro ecosistema porque siempre estuvo a favor de la vida. Entregó toda su pasión para poder garantizar una reforma de salud que dignificara la vida de cada salvadoreño y salvadoreña. Luchó por un sistema de salud que no midiera su derecho a la atención por el dinero en su bolsillo, sino porque todo ser humano merece ser atendido porque la vida es valiosa.

Ahora, al ver como a ella la excluía el sistema, luchamos porque la atendieran, explicamos claramente que ella tenía un cáncer en el esófago, que incluso en ese hospital se lo habían encontrado, información que ellos podían confirmar, pero no quisieron. De nuevo, surgió el egoísmo, los profesionales de la salud que la recibieron, no fueron esta vez “los héroes”, se limitaron a verla morir sin atenderla.

Mis ojos, fueron así abiertos. Hoy entiendo que mi mamá siempre amó a todo el pueblo salvadoreño. Hasta entonces a mi solo me dolía ver a mi mamá pasar por esa agonía, abandonada por profesionales que en un círculo a su alrededor la dejaron agonizar.

Entonces comprendí la dimensión de su amor: A ella no solo le dolía ver agonizar a un ser amado cercano, a ella le dolía solo el hecho de pensar que cualquier salvadoreño o salvadoreña pudiera pasar por una situación así. Nunca aceptó cómo era posible que la gente muriera esperando ser atendida, o que no dieran la medicina adecuada a quien la necesitaba, nunca concibió que en una farmacia del sistema público le pudieran decir a alguien, no hay medicina, va a tener que comprarla.

En fin, le desgarraba el alma que los actores principales encargados de garantizar que el pueblo salvadoreño fuera dignificado en todos los ámbitos de la vida, prefirieran enriquecer sus bolsillos y garantizar sus tratos obscuros.

Mientras yo vivía el “mi mamá es mi mamá”, ella siempre quiso enseñarme que me amaba profundamente y que con ese amor amaba a todo el pueblo salvadoreño y a cada excluido y desposeído del planeta.

Mamá, ahora entiendo y te comprendo, donaste tu vida para enseñarme cómo se debe amar.

Firma tu hijo Osmín Domínguez Posada.


Mi mamá nos amó a todos.