Las movilizaciones sociales del pasado 15 de septiembre generaron mucha esperanza, pues mostraron que es posible construir un movimiento ciudadano que -en la medida que crezca y se articule- podría frenar el comportamiento antidemocrático de Nayib Bukele y revertir la deriva autoritaria de su mandato.
Las protestas fueron masivas, diversas, pacíficas y contundentes en condenar el desmantelamiento de la institucionalidad, el estado derecho, la independencia judicial y la separación de poderes. También contra las reformas constitucionales, la reelección presidencial, la imposición del bitcoin, el excesivo endeudamiento y la militarización.
Y a propósito de la sonora consigna de “¿Cuál es la ruta?”, en este espacio editorial sugerimos dos vías en las que se debería avanzar simultáneamente.
La primera tiene que ver con la urgencia de articular, coordinar y ampliar un gran movimiento cívico por la democracia y contra la dictadura en ciernes. Se trata de construir la más amplia coalición ciudadana con todos aquellos sectores de la población que rechazan el autoritarismo, independientemente de las ideologías o preferencias partidarias.
A este movimiento hay que atraer también a quienes militan en Nuevas Ideas o votaron por Bukele pero no avalan sus ambiciones totalitarias, que los hay cada vez más debido al creciente desencanto por las promesas incumplidas y la incompetencia gubernamental. Cada día más personas se convencen de que este presidente es igual o peor que “los mismos de siempre”.
Y la segunda vía consiste en unificar y fortalecer el campo popular-progresista, es decir, el conjunto de organizaciones, movimientos, redes y colectivos cuyas demandas, aspiraciones y propuestas van más allá de “defender la democracia” y se plantean desmontar el modelo neoliberal y construir un país justo, incluyente, equitativo, pacifico, transparente y sustentable.
Revertir el autoritarismo bukelista es solo la tarea inmediata. El objetivo estratégico son siempre los cambios estructurales en favor de la gente, que aseguren condiciones de vida digna y eliminen la escandalosa desigualdad económica y social. Esa debe ser la perspectiva popular-progresista.
Así que ojalá el pueblo salvadoreño avance al mismo tiempo en esas “dos rutas” sugeridas: en la construcción de la más amplia alianza cívica contra la dictadura y en la unidad del ámbito popular para luchar por las transformaciones estructurales históricamente postergadas.