El presidente Nayib Bukele no pudo caer más bajo en su reacción inicial y posterior abordaje del ataque armado contra militantes del FMLN perpetrado la tarde-noche del 31 de enero por personeros del Ministerio de Salud, entre éstos el jefe de seguridad del ministro Francisco Alabí, uno de los funcionarios más cercanos al mandatario.
Como se sabe, en el macabro hecho fueron asesinadas dos personas y otras tres resultaron gravemente heridas de bala. Se trata, desde luego, de un acto de violencia política y un crimen de odio, azuzado por la retórica presidencial que descalifica y estigmatiza a sus adversarios políticos.
Cualquier persona que tenga una perspectiva democrática y conozca sobre las responsabilidades de la función presidencial, se queda perpleja y estupefacta ante la nula condición de estadista mostrada por Bukele: su terrible desprecio por las víctimas, la burda manipulación del hecho y su encubierta defensa de los que perpetraron el horrendo crimen.
En un primer momento el presidente insinuó que había sido un “autoatentado” y acusó en su cuenta de Twitter a los partidos tradicionales. No condenó el ataque, ni se solidarizó con las víctimas, ni pidió a la Fiscalía que investigara, ni llamó a la no violencia electoral.
Y cuando las primeras diligencias fiscales derrumbaron su idea del “autoatentado”, el mandatario modificó su “guión fake” y dijo que había sido un “enfrentamiento” entre los activistas del Frente y los atacantes. Su secretario de prensa y demás secuaces replicaron la versión del “intercambios de disparos”.
Pero esta otra versión también fue desmentida por las pruebas presentadas por la Fiscalía. Entonces, Bukele hizo algo inaudito: arremetió contra la investigación fiscal y difundió un video probablemente manipulado por la Policía, la otrora Policía Nacional Civil (PNC) creada por los Acuerdos de Paz que hoy es un instrumento político del gobierno de turno.
Es un momento oscuro y peligroso para el país. Tres hechos advierten claramente lo que viene si Bukele logra el poder absoluto: el asalto presidencial a la Asamblea Legislativa el 9F, el secuestro durante varias horas de magistrados del TSE por activistas de Nuevas Ideas y -ahora- el asesinato de activistas partidarios por fanáticos del presidente.
Ojalá la población reflexione a tiempo.