El pasado fin de semana se cumplieron 40 años de la masacre de El Mozote, la peor matanza de civiles inocentes cometida en el mundo durante la segunda mitad del siglo pasado, donde fueron cruelmente asesinadas más de mil personas, al inicio de la guerra civil salvadoreña (1980-1992).
La masacre fue cometida por el ejército gubernamental en la criminal estrategia de “tierra arrasada” y su errada lógica de “quitarle agua al pez”, que consistía en masacrar población civil que supuestamente albergaba o apoyaba a miembros de la guerrilla.
En este espacio editorial destacamos tres aspectos relevantes sobre la conmemoración del 40 aniversario de la atroz masacre.
El primero es la prevalencia de la impunidad, es decir: la falta de acceso a la justicia. Es cierto que hay avances en reparación moral de las víctimas y en conocimiento de la verdad, gracias al esfuerzo de los familiares de las víctimas y organizaciones que les apoyan; sin embargo, los responsables del horrendo crimen permanecen impunes.
A pesar que en 2012 la Corte Interamericana de Derechos Humanos ordenó al Estado investigar y sancionar a los culpables, Fiscalía y Sistema Judicial se han negado. Fue hasta en los últimos años -y tras la derogación de la ominosa Ley de Amnistía en 2016- que el caso avanzó en un tribunal de San Francisco Gotera; sin embargo, el proceso está detenido por la negativa gubernamental de abrir archivos militares y la retirada del juez Jorge Guzmán debido a una reforma a la Ley de la Carrera Judicial aprobada por el oficialismo.
El segundo es la revictimización que hace Nayib Bukele al menospreciar a las víctimas, negar la historia y politizar el caso. El presidente incumplió su promesa de apoyar a los familiares de los masacrados, negando los archivos militares y propiciando la salida del juez Guzmán; y luego asumió una actitud prepotente y un discurso demagógico que banaliza la memoria y ofende a las víctimas.
Por ejemplo: un día antes de la conmemoración Bukele llegó a El Mozote a acusar a los gobiernos anteriores por la falta de justicia, sin admitir que el suyo hace lo mismo a pesar de tener el control de la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia. En vez de justicia, el mandatario ofreció más obras de infraestructura física.
Y el tercero es la falta de un “mea culpa” de Estados Unidos por su responsabilidad. Al acto conmemorativo en El Mozote asistió el encargado de negocios de la embajada estadounidense Brendan O’Brien, quien informó que su gobierno ha entregado información desclasificada; pero “no pidió perdón” -entre otras cosas- por haber formado en la tristemente célebre Escuela de Las Américas al asesino Batallón Atlacatl que perpetró la masacre.
Sin embargo, en medio de todo esto está, por dicha, la actitud inclaudicable de los familiares de las víctimas (y de las organizaciones de derechos humanos) de seguir luchando hasta conseguir justicia. Ellos y ellas quieren perdonar, pero antes exigen ¡verdad y justicia!