En varios países latinoamericanos la población se ha revelado contra el neoliberalismo, el modelo económico capitalista que acrecentó la concentración de la riqueza, las desigualdades y, con eso, la pobreza, la violencia y el deterioro ecológico durante los últimos treinta años.
En Ecuador, los pueblos indígenas, movimientos populares y los diversos sectores sociales que se sumaron a las protestas, impidieron la aplicación de una serie de medidas neoliberales que el gobierno de Lenín Moreno quiso implementar por petición del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Moreno, quien traicionó la visión progresista y se alió con la oligarquía ecuatoriana, negociaba un préstamo de 4,500 millones de dólares, con el FMI; y como requisito el organismo financiero exigía eliminar subsidios a los combustibles, implementar un programa de privatizaciones y precarizar los empleos públicos. Sin embargo, a pesar de la represión y muerte desatada por el gobierno, el pueblo detuvo el paquetazo neoliberal.
En Chile, un aumento al pasaje del metro de Santiago desató la furia del pueblo contenida durante décadas. El discurso guerrerista de Sebastián Piñera y la represión policial-militar incendiaron todavía más el descontento popular que derivó en las multitudinarias manifestaciones que hoy exigen la renuncia del Presidente y el desmontaje del modelo neoliberal.
El país que los pregoneros del neoliberalismo presentaban como ejemplo de éxito económico y estabilidad política, hoy arde porque la gente no aguanta más la privatización de los servicios públicos, el robo de las pensiones y el alto costo de la vida. Para bajar la presión, Piñera ha pedido la renuncia de su gabinete, pero la movilización social continúa.
En Argentina la rebelión antineoliberal se expresó en las urnas. La contundente victoria de Alberto y Cristina Fernández es un claro rechazo a la fracasada gestión neoliberal de Mauricio Macri, quien hundió al país en una grave crisis económica y social: aumento del desempleo, alto costo de la vida y endeudamiento del país con el FMI.
En El Salvador el neoliberalismo fue impuesto por los gobiernos de ARENA y continuado por los del FMLN, éstos últimos mitigaron sus efectos con algunas políticas sociales, pero lo reforzaron con medidas como los Asocio Público-Privados (APP). Esto generó un enorme descontento en la población que terminó eligiendo Presidente a Nayib Bukele.
Sin embargo, no hay señales de que el nuevo gobierno va caminar por rumbo distinto. El neoliberalismo no sólo se mantiene, sino que podría adoptar una perspectiva más radical si la narrativa presidencial sobre “menos Estado” y prevalencia de las inversiones, en la práctica de las políticas gubernamentales, se traduce en más repliegue de lo público-ciudadano y en un mayor dominio privado-empresarial.
Ojalá que en nuestro país se vaya configurando una revuelta popular contra el neoliberalismo. Tenemos tantas razones, como en Ecuador y Chile, para rebelarnos: sistema de pensiones privatizado, esquema tributario regresivo donde “pagan más los que menos tienen”, salario mínimo insuficiente, falta de una ley de agua y la amenaza de una nueva oleada de privatizaciones bajo la modalidad de APP.
Dios quiera, pues, que El Salvador, así como Ecuador, Chile y Argentina, más temprano que tarde, se levante contra el nefasto modelo neoliberal.