Un grupo de pastores evangélicos irrumpió ayer en el Palacio Legislativo para orar por los diputados y diputadas de los diferentes grupos parlamentarios, previo a la celebración del Día Nacional de la Oración que -por acuerdo de la misma Asamblea Legislativa- se celebra el 23 de noviembre.
Estos líderes religiosos quieren que “Dios ilumine” a los parlamentarios al momento de legislar sobre los temas de país.
Antes de seguir es necesario aclarar que las distintas iglesias y sus miembros son respetables, especialmente aquéllas que contribuyen a la convivencia pacífica y al desarrollo social, a través de la promoción de los valores y la solidaridad. Pero, como dice el dicho, “zapatero a tu zapato”: el Estado es laico, según la Constitución y las leyes de la República.
Recientemente, una diputada del Partido de Concertación Nacional (PCN) propuso establecer la lectura obligatoria de la Biblia en las escuelas, medida planteada en reiteradas ocasiones por otros parlamentarios conservadores quienes con argumentos “moralistas” y “cristianos” se oponen a la educación sexual, la despenalización del aborto y los derechos de la comunidad LGTBI.
Pero estas influencias fundamentalistas no es sólo en la Asamblea, sino también el Ejecutivo. El 23 de julio de este año, el Presidente Nayib Bukele se reunió en un hotel de San Salvador con un grupo de pastores evangélicos que asesoran al mandatario estadounidense Donald Trump. Estos personeros del lobby israelí andan cabildeando para que los gobiernos de la región muevan sus embajadas de Tel Aviv a Jerusalem.
El actual gobierno también ha recibido donaciones de la “Fundación Jerusalem” y Bukele se muestra más afín al sionismo israelí que a sus progenitores palestinos.
Estas influencias fundamentalistas deben alertar a todos los sectores democráticos y defensores del Estado laico. El país debe verse en el espejo de Brasil, donde el Presidente Jair Bolsonaro llegó al poder en octubre de 2018 gracias al apoyo de millares de iglesias evangélicas (las “pare de sufrir” que ya están en nuestro país también) y las políticas que ahora impulsa su gobierno tienen una fuerte influencia fundamentalista.
En este momento también tenemos el ejemplo de Bolivia, donde la auto-proclamada “presidenta interina” Jeanine Áñez entró al palacio de gobierno levantando una Biblia y el primer decreto que promulgó asegura la impunidad a los militares y policías que repriman las protestas contra el golpe de Estado. Es decir, la muy cristiana presidenta está de acuerdo con matar, torturar y masacrar a la gente que exija el retorno de la democracia al país andino.
En El Salvador estamos a tiempo de evitar que los fundamentalismos tomen el Estado.