En medio de crecientes señalamientos de anomalías en el manejo de fondos públicos y un día después que la más reciente encuesta de la UCA revelara una caída de 20 puntos porcentuales en la aprobación de la gestión presidencial, Nayib Bukele publicó en redes sociales un video con el que dice “cerrar el debate” sobre las críticas al manejo gubernamental de la pandemia del COVID-19.
En su perspectiva vertical y anti-dialógica, el Presidente Bukele pretende dar “su última palabra”. Esta “palabra suprema” debe ser asumida como la versión real, definitiva e incuestionable de los hechos; por tanto, todos deben callarse, o no habrá más réplica para quienes insistan en sus críticas, porque “el debate ya está cerrado”.
El referido video es una pieza propagandística de casi una hora de duración, con una banda sonora tipo película de suspenso, que repite la tónica de la ya acostumbrada retórica presidencial: ínfulas de grandeza (“fuimos los primeros”, “construimos el hospital más grande…”); actitud mesiánica de salvar al pueblo (“protegimos la salud de la gente”, “repartimos 2.7 millones de paquetes alimenticios…”); culpa e insultos a los opositores (“no aprobaron ni un centavo”, “nos quitaron las herramientas legales”, “son perversos y delincuentes”, “quieren que la gente se contagie y muera…”), etc.
El mensaje (dirigido a la base de apoyo social de Bukele que empieza a deteriorarse) omite responder a los señalamientos sobre fallas en el abordaje de la pandemia, como la desprotección del personal de salud o los abusos en los centros de contención. Tampoco se refiere a los posibles casos de corrupción en compras gubernamentales ni a la incapacidad dialógica para lograr acuerdos con los demás órganos estatales, especialmente con la Asamblea Legislativa.
Y es por esto que Bukele no puede ni debe “cerrar el debate”; no mientras tenga preguntas que responder, explicaciones que dar y cuentas que rendir. El Presidente no es un monarca para mandar a callar (“cerrar el debate”) a la gente; es un mandatario que se debe a la población y a ésta debe escuchar, responder y darle cuentas.
Al querer “cerrar el debate”, el Presidente contraviene el carácter deliberativo de la democracia que se refiere a la prevalencia de una discusión abierta, plural, incluyente, transparente y participativa sobre los temas de país, donde todas las informaciones y opiniones cuenten en la construcción de la agenda pública y de las políticas públicas. Huirle al debate es impropio de un gobernante decente y democrático.
Por eso en este espacio editorial proponemos “abrir el debate” y, frente al estilo monologal de Bukele, instamos a la ciudadanía a expresarse, debatir, exigir y participar fuera de los clichés propagandísticos, maniqueos y polarizantes de la narrativa presidencial.