La semana pasada el Presidente Nayib Bukele compartió en su cuenta de Twitter un video donde presenta a “la nueva Fuerza Armada”. En éste aparecen soldados realizando diferentes actividades humanitarias: evacuando a personas afectadas por lluvias, repartiendo paquetes alimenticios y en tareas de seguridad pública.
Esta “nueva Fuerza Armada” -dice el audiovisual- es joven, nació después de la guerra civil y su mística es ayudar a la población. El spot, que también se difunde en varios canales de televisión, proyecta una institución militar moderna, apegada a la legalidad y a su mandato constitucional.
Sin embargo, algunos hechos recientes contradicen la versión del video y muestran a “otra Fuerza Armada” con fuertes resabios del pasado, que no ha rendido cuentas a la historia por los crímenes que cometió, no abre los archivos militares y ha retomado peligrosamente la beligerancia política que le fue proscrita por los Acuerdos de Paz.
De hecho, el spot es parte de una campaña para legitimar la influencia que este gobierno ha dado a los militares y catapultar como héroe al ministro de Defensa, Francis Merino Monroy, quien próximamente será interpelado por su participación en la militarización de la Asamblea Legislativa el pasado 9 de febrero en el “intento de golpe” contra el Parlamento.
En esa ocasión, el Presidente Bukele tomó el palacio legislativo, acompañado de militares y policías, con el supuesto objetivo de presionar por la aprobación de un préstamo de 109 millones de dólares para seguridad pública.Hasta antes del “9 F”, la Fuerza Armada había cumplido su papel de la post guerra.
Hasta ese momento sólo se le achacaba la participación permanente en tareas de seguridad que los gobiernos de ARENA y del FMLN le otorgaron en forma progresiva hasta prácticamente militarizar la seguridad pública.
En una sola ocasión, el entonces ministro de Defensa, David Munguía Payés, habló demás y dijo que la Fuerza Armada haría respetar los resultados electorales. Pero no tomaba partido con el presidente de turno y su juramento seguía siendo con la Constitución.
Esto cambió con la llegada de Bukele. El gobernante milenial retrocedió en la historia: nombró ministro de Defensa a un militar que recibió cursos en la ominosa “Escuela de las Américas” y en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet; y puso como viceministro a un ex defensor de los autores intelectuales de la masacre de El Mozote.
Luego el Presidente incrementó la presencia militar en seguridad pública con su “Plan “Control Territorial”, y después le devolvió a la institución castrense una presencia e influencia política que no tenía desde el fin de la guerra.
Ahora Nayib Bukele pretende legitimar en el imaginario social la función militar y victimizar a su ministro de Defensa ante la interpelación de la Asamblea, presentándolo como un abnegado jefe militar, trabajador y servicial al pueblo, que está siendo vilipendiado injustamente por los diputados canallas.
Ojalá que el Presidente Bukele leyera la historia y tomara conciencia de la necesidad de no repetir hechos o situaciones del pasado.
Postdata: Los millones de dólares que Bukele gasta en esa obscena campaña, debería utilizarlos mejor en un esfuerzo comunicacional para sensibilizar y orientar sobre la prevención del COVID-19.