El Tribunal de Ética Gubernamental (TEG) anunció la semana pasada que ha iniciado un proceso sancionatorio contra el diputado de GANA, Guillermo Gallegos, por contratar y favorecer a familiares de su esposa en puestos de trabajo en la Asamblea Legislativa.
Lo actuado por el legislador de derecha constituye una “falta ética” y violenta el Artículo 6 de la Ley de Ética Gubernamental que prohíbe a los funcionarios públicos contratar a parientes. En el pasado Guillermo Gallegos también fue acusado de entregar fondos del Parlamento a una ONG fantasma dirigida (¿adivinen por quién?) por su esposa.
Y algo que llama mucho la atención sobre este hecho es el silencio del Presidente Nayib Bukele, quien suele pronunciarse indignado en su cuenta de Twitter por otros caso de corrupción pero por este no ¿Por qué será?
Gallegos era uno de los más radicales, viscerales y fanáticos diputados del oligárquico partido ARENA; llegó a ser jefe de fracción durante el gobierno del ex presidente Antonio Saca. Es decir, él es de los que el Presidente Bukele llama “los mismos de siempre”.
Sin embargo, el mandatario no lo incluye en esa “ominosa agrupación». Como tampoco incluye a Wil Salgado, quien pasó por casi todos los partidos políticos como alcalde San Miguel (PDC, PCN, ARENA); ni a Walter Araujo, a pesar que fue presidente de la Asamblea por ARENA, presidió el Tribunal Supremo Electoral (TSE) por ARENA y -por si faltaba- también dirigió el Consejo Ejecutivo Nacional de ARENA (COENA). Para citar sólo dos ejemplos más.
Por tanto, el silencio frente al comportamiento anti-ético de Gallegos refleja dos hipocresías o dobles morales de Bukele: una sobre la corrupción (en unos casos pone el grito en el cielo y en otros se calla) y otra sobre la falaz narrativa de “los mismos de siempre” (están los buenos que apoyan al gobierno y los malos que critican su gestión son los verdaderos “mismos de siempre”).
Así que el diputado Gallegos es un “mismo de siempre correcto” porque es incondicional del Presidente. El diputado de GANA -incluso- estuvo a la par de Bukele en su delirio autoritario del 9 de febrero en el palacio legislativo atentando contra la institucionalidad, el estado de derecho y la democracia.