El pasado 12 de septiembre fue electo como nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) el estadounidense Mauricio Claver-Carone, en sustitución del colombiano Luis Alberto Moreno quien estuvo por tres períodos consecutivos de cinco años al frente de este organismo financiero regional. Dicho nombramiento es criticable por, al menos, cinco razones.
La primera es que fue un proceso cuestionado. México, Argentina, Costa Rica, Chile y otros países denunciaron presiones de Estados Unidos para imponer a Claver-Carone. De hecho, el estadounidense fue candidato único porque los demás renunciaron, el último en retirarse fue el argentino Gustavo Béliz y antes lo hizo la ex presidenta costarricense Laura Chinchilla.
La segunda razón tiene que ver con serias dudas sobre la idoneidad de Claver-Carone. El estadounidense fue rechazado en dos ocasiones -por el entonces presidente Luis Moreno- para ocupar la vicepresidencia del BID, por “no contar con las condiciones y cualidades requeridas para esa función”.
La tercera es que se violentó el “consenso histórico” de que el presidente del BID fuera siempre latinoamericano y el vicepresidente estadounidense. Este acuerdo se había respetado durante los 60 años de existencia de esta instancia financiera, pero Estados Unidos usó su poder económico y el lobby político con la mayoría de gobiernos conservadores de la región para imponer a Claver-Carone y anular el referido pacto multilateral.
La cuarta razón tiene que ver con la sesgada visión política-ideológica de Claver-Carone que le hará difícil interlocutar con algunos gobiernos latinoamericanos. El ahora presidente del BID pertenece a la ala más retrógrada de la derecha republicana, ha sido asesor de seguridad de Donald Trump y ha conspirado en la incesante ofensiva contra Cuba y Venezuela.
Y la quinta se refiere a posible dificultades adicionales para el nuevo presidente del BID si el Partido Demócrata, que rechazó su postulación, gana las elecciones presidenciales en noviembre próximo. Sin el apoyo del nuevo gobierno y del congreso estadounidense, la gestión de Claver-Carone sería prácticamente inviable.
Por tales razones, la decisión de la flamante “Asamblea de Gobernadores del BID”, dominada por Estados Unidos y sus acólitos -la mayoría de gobiernos derechistas latinoamericanos- es reprobable.
El presidente Nayib Bukele escribió en su cuenta de Tuitter que fue electo presidente del BID “un gran amigo de El Salvador”, y hasta se jactó de que la representación salvadoreña pidió a los demás países votar por (el candidato único) Claver-Carone.
Durante el gobierno de Salvador Sánchez Cerén, el país apoyaba incondicionalmente a Nicaragua y Venezuela en los foros internacionales. Ahora, el Presidente Bukele acata sin ningún reparo los designios de la xenófoba, racista y misógina administración de Donald Trump.