En el año 2000 la empresa minera Pacific Rim pretendía emplear a 450 familias en el Departamento de Cabañas, al norte de El Salvador. Aunque el proyecto se encontraba en fase de exploración, la empresa cerró sus instalaciones en 2017 debido a la aprobación de la Ley de prohibición de la minería metálica. Tras las expectativas de un sector de la zona por mejorar sus condiciones de vida, organizaciones locales iniciaron procesos de formación en agricultura orgánica en la que han capacitado a más de 1000 familias durante los últimos siete años. Actualmente 250 se mantienen activas en la producción de huertos caseros para su consumo familiar y 25 logran producir para la venta local. Para los participantes, este tipo de procesos ha mejorado su economía familiar y han diversificado su ingesta nutricional.
Hace 20 años Carmen Aquileo Torres aún tenía su cabello oscuro y las arrugas todavía no habitaban su rostro, por eso cuando la empresa minera Pacific Rim llegó al departamento de Cabañas, en la zona norte de El Salvador, se emocionó con la posibilidad de mejorar sus condiciones de vida. “En algún momento nos llamó la atención, porque venían a las comunidades y, en pantalla gigante, ponían videos (que explicaban) la forma en la que iban a trabajar”, comenta con una mirada risueña.
Desde su niñez Carmen o “Carmelo”, como le dicen sus vecinos, se ha dedicado a la siembra de frijol o poroto, arroz y sorgo o maicillo en su natal El Junquillo, un caserío ubicado en el municipio de San Isidro, que se caracteriza por tener una tierra arcillosa y difícil de trabajar para la producción de vegetales y legumbres. “En estos lugares no tenemos otra manera de sobrevivir. Si no trabajamos la agricultura nos quedamos a aguantar hambre, porque no tenemos acceso a un empleo”.
Por eso, cuando la empresa les mostraba las bondades de la minería, pensaba que sus problemas estarían resueltos: “anduvo en las comunidades dando a conocer algunas propuestas que (nos) beneficiaría y que la gente tendría la oportunidad de trabajar y ganar su dinerito”.
Sin embargo, tras enterarse de cómo la minería metálica afectaba en otros países al medio ambiente, su perspectiva cambió: “se pensó en una minería verde, decían ellos, pero nosotros veíamos que la empresa se iba a beneficiar y nosotros nos íbamos a quedar con el daño. El dinero que se iba a ganar (…) en el empleo no (sería nada comparado con) las enfermedades que uno podía tener”.
La mayoría de los habitantes del caserío El Junquillo logran estudiar sólo hasta sexto grado de educación primaria y luego, se dedican a la agricultura de granos básicos o la producción de aves de corral para subsistir; el resto decide migrar. De hecho, la mayoría tiene al menos un familiar en Estados Unidos.
El Junquillo pertenece al municipio de San Isidro, que junto a Guacotecti y Sensuntepeque, conformaban la zona en la que se preveía la explotación de oro y plata a través de la Mina El Dorado. Datos de la Mesa Nacional Frente a la Minería Metálica del año 2005 reveló que en la mina se proyectó una explotación de 18 millones de gramos de oro y 85 millones de gramos de plata.
Pero el congreso salvadoreño aprobó en marzo del 2017 una ley que prohibió la minería metálica, la única normativa de este tipo en el mundo. Con ello, ninguna empresa puede extraer oro, plata, cobre u otro mineral metálico.
El artículo 2 de la Ley de prohibición de la minería metálica establecía que el Estado salvadoreño debía realizar acciones de apoyo, asesoramiento, asistencia técnica y financiera para quienes se dedicaban a la minería artesanal en un plazo de dos años.
Con la promulgación de la referida ley, la mina El Dorado cerró operaciones en septiembre de 2017 y la empresa Pacific Rim -entonces ya absorbida por la australiana Oceana Gold- finalizó el contrato laboral de más de 80 empleados locales que trabajaban en el área administrativa, programas sociales, investigación y análisis geológico de la zona.
A la fecha, la ley únicamente concretó la prohibición de minerales metálicos, pero no se han generado apoyos a las economía local de las comunidades.
Pese a que Carmelo perdió las expectativas de tener un trabajo en la empresa minera, su vida en la agricultura cambiaría en los siguientes años.
Alternativas frente a la minería metálica
En 2014 la Asociación para el Desarrollo Económico y Social (ADES), una organización comunitaria ubicada en Cabañas inició la promoción de la agricultura orgánica en la zona. Antonio Pacheco, director ejecutivo, menciona que los proyectos mineros también les había llamado la atención: “todo mundo pensaba, incluido nosotros, que la minería era una alternativa para generar empleo y mejorar las condiciones de vida de la población, nunca nos imaginamos que podía significar un riesgo para la familia campesina”.
Para Pacheco, una alternativa frente a los proyectos mineros es la agricultura orgánica: “Si tú no quieres una actividad contaminante al ambiente, qué mejor manera es hacer algo que proteja al ambiente, que permite obtener una cosecha sana y que no te vas a enfermar”.
Carmelo fue uno de los agricultores que recibió formación para crear su huerto casero y con una sonrisa de oreja a oreja comenta lo que ha logrado producir “Hay cebollín, tomate, espinaca, jengibre y zacate limón; pero a lo que le estamos apostando más es a la siembra de tomate, de chile dulce (pimiento) y tenemos también (semilla de rábano) que ya estamos preparando las camitas para sembrar”.
Los procesos de agricultura orgánica iniciaron en 2014. Según datos de ADES, a la fecha han capacitado a más de mil familias en prácticas agroecológicas en los municipios de San Isidro, Guacotecti y Sensuntepeque. La inversión asciende a $350 mil dólares que han sido financiados a través de la cooperación internacional con instancias como DKA Austria, el Servicio Judío Americano, la Fundación Kenoly de Canadá y la embajada de Canadá. A nivel local han realizado alianzas con el Movimiento de Agricultura Orgánica de El Salvador (MAOES).
A 5 kilómetros del casco urbano de Guacotecti se encuentra el caserío El Zacamil, ahí María Dubón se dedica a la producción orgánica desde hace tres años. Para llegar a su casa se debe caminar al menos 30 ó 40 minutos, no existe transporte público en la zona y los vehículos particulares no pueden transitar debido a que la calle está en reparación.
María, una maestra jubilada, comenta que en su familia tradicionalmente producen granos básicos debido a que la tierra es arcillosa, lo que dificulta cultivar otro tipo de alimentos. “El maíz, el frijol y maicillo (sorgo) lo hacíamos con abono químico; pero vimos que ese abono, en lugar de mejorar la tierra la destruye, se arruina, se hace dura; y, contrario al abono orgánico, la tierra se está preparando y abonando”, dijo.
Menciona que ADES llegó a su comunidad para capacitarles en la mejora del suelo. “Vino un técnico y nos enseñó a hacer un abono Bokashi (un abono orgánico rico en nutrientes) que lleva hoja, estiércol de vaca, ceniza, cal, levadura… lleva muchas cosas. Sabíamos cultivar la tierra, pero no como nos han enseñado (tradicionalmente), es mejor”, comentó.
Cuando María empezó a utilizar las técnicas aprendidas, logró una producción variada de alimentos que le sirvió para que su terreno se utilice como una parcela demostrativa e incluso ha recibido apoyo del Programa Mundial de Alimentos (PMA). “Nunca había cultivado repollo; hay unas plantas de lechuga, tomate, güisquil (chayote) y unos árboles de mango (…). También el PMA nos dio un tambo (tanque de agua) para hacer sistemas de riego.”
Omar Arriola, técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), menciona que en El Salvador promueven desde hace 10 años la producción de la agricultura familiar como una forma de garantizar la alimentación y promover que los pequeños productores dependan menos de los productos externos a base de químicos:
“(Con la agricultura orgánica) tenemos una producción más limpia, todos pueden participar dentro del hogar en hacer agricultora, no hay dificultad que trabaje mamá, papá y los hijos más grandes y no tienen riesgo que se pueden contaminar de productos que están utilizando o exponerse a tóxicos que se encuentran en las fincas. Eliminamos esos tóxicos y (se constituye) son beneficios a la salud y para la comunidad”.
Al oeste de Guacotecti nos encontramos con la familia Reyes Membreño, ahí, Haydee y su compañero Juan, se dedican a la agricultura desde hace 18 años, y en los últimos siete cultivan de forma orgánica, tanto para su consumo familiar y para la venta con sus vecinos y habitantes de otros municipios de Cabañas.
“Aquí todo esto era monte (pasto), no había nada, quizás un palito (árbol) de limón indio, cuando me acompañé con él (Juan)”, comenta Haydee. Su compañero trabajó como vigilante y dejó su puesto debido a la falta de pago puntual de su salario, sumado al riesgo de ser un empleado de seguridad. En El Salvador esta labor es una de las más vulnerables para sufrir ataques físicos o hasta la muerte por parte de las pandillas.
“(Al inicio) no le hallaba, hay que ser consciente, uno (está) acostumbrado al pago mensual, trabajaba como seguridad en el Ministerio de Educación (…) cuando me salí dije ´esta muchacha me va a dejar´; pero gracias a Dios comencé a hacer las primeras eras (bloques de tierra separadas con barreras vivas) y comenzamos a vender y le fue gustando”, dijo Juan.
Juan explica que estaban interesados en la producción agrícola orgánica pero no tenían formación para realizarla, y fue hasta el 2014 que empezó a recibir apoyo de diversas instituciones: “Desgraciadamente, cuando comencé fue con químico (…). Gracias a Dios vino ADES y Trocaire, me vieron a mí y a éstas bichas (mujeres) y me preguntaron qué tipo de ayuda necesitaba”, menciona.
Haydee comenta que luego de recibir las capacitaciones su terreno empezó a mejorar y en la actualidad producen lo necesario para vender todo el año: “estamos produciendo rábano, cebollín, berenjenas, cilantro, tenemos palos (árboles) frutales, antes no teníamos. Tenemos Guayaba, jocote, limón, arrayán, cacao, naranja, mango, anona, mandarina, níspero. He sentido que es una gran bendición producir orgánico”, enfatizó.
Lourdes Molina, economista senior y especialista en economía ecológica del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), menciona que las iniciativas de agricultura orgánica en la zona de Cabañas contribuye a la construcción de alternativas económicas que permiten a las familias tener un sustento diario. “En la medida en que estas iniciativas puedan irse replicando y escalando, y tener una mayor cobertura, pueden tener impactos positivos en la población”, considera la especialista.
María Luisa Torres, vive en El Junquillo, a unos cuantos metros de Carmelo, en una zona en la que se escuchan los grillos y la sombra de los árboles casi no permiten ver su humilde vivienda que está construida a base de adobe y teja, su piso es de tierra. En ella habitan María Luisa y sus dos hijos pequeños, no cuenta con estudios, no tiene un trabajo formal y la única forma de vivir es la agricultura.
Por eso, cuando conoció los proyectos de agricultura orgánica en la zona no dudo en aceptar la invitación para participar en la formación: “cuando inicié esto se preparó un abono para las plantas que se llama Bokashi, así se comenzó a trabajar para abonar las plantas, para mí eso fue el comienzo”.
Marvin Pineda, técnico en agricultura orgánica en ADES, menciona que una de las principales apuestas es formar a las familias para que opten por un modelo de agricultura sostenible “¿Qué significa esto? Enseñarle a una familia a producir de una manera con recursos o materiales que tengan en su propia parcela (terreno), dando un enfoque de sostenibilidad, que no dependan de productos externos a la comunidad. Les estamos enseñando a reproducir sus propias semillas, que no vayan a comprar insumos a los agroservicios, que hoy en día están caros con la pandemia”.
Para el caso de la familia Reyes Membreño, su calidad de vida mejoró considerablemente. “Aunque me digan que me van a pagar $20.00 el día para ir a trabajar ya no voy, porque yo sé que con mi esposa lo hacemos”, y agrega: “yo vivía en un ranchito, a través de lo poco que he ido haciendo, hemos ido arreglando. Si hubiese gastado en químicos (agricultura tradicional), no habría podido hacer esto, porque estaría gastando en los insumos que se gastan para hacer las hortalizas”.
Para María Dubón, una de las partes más importantes es el ahorro, pues ya no gasta en la compra de vegetales, granos básicos y legumbres. Al preguntarle ¿qué compra con el dinero ahorrado? responde: “medicina. Mi mamá fue operada de un tumor en la garganta, ya eso (dinero ahorrado) nos ayuda porque la llevamos a un particular (un médico privado) mes a mes”.
Según la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM) del 2019 del Ministerio de Economía detallan que el departamento de Cabañas cuenta con una población de 171,873 de los cuales el 16% vive en analfabetismo y su tasa de desempleo es del 7.3%, una de las cifras más altas comparadas con el resto del país.
Por eso, para Sofía Ramírez, nutricionista del Sistema Básico de Salud Integral (SIBASI) de Cabañas, la apuesta por la agricultura orgánica permite mejorar las condiciones de vida de sus habitantes y tiene un impacto positivo en la nutrición.
“Ya no solo es frijol y arroz, ahora también hay verduras como el tomate y chile (pimiento) y un beneficio es que cada familia sabe cómo lo está cultivando, sabe que no le ha puesto pesticida” y agrega que “es una excelente iniciativa que se tenga esta agricultura orgánica para las familias y a nivel comunitario para sacar adelante a las comunidades en cuanto a la nutrición y en la forma económica, porque todas las comunidades pueden ayudarse, venderse y así compartir una buena nutrición”.
Al respecto, María Luisa comenta que el dinero que se ahorra con la producción de su huerto casero le permite tener acceso a otro tipo de alimentos “porque los frijoles aburren, a veces hay que variar de vez en cuando, hay que comprar un pedacito de pollo, alguna librita de carne”, dijo entre risas.
La agricultura orgánica frente al Covid-19
El 14 de marzo el gobierno salvadoreño anunció una cuarentena domiciliar obligatoria que finalizó a mediados de junio. La medida obligaba a los habitantes permanecer encerrados en sus casas y, en aquellos casos en los que su salida no estaba justificada para compra de alimentos, medicinas o atender una emergencia, el gobierno, por medio de policías y militares, los trasladaba a centros de contención en donde tenían que cumplir una cuarentena.
Aunque la medida fue más rígida en las zonas urbanas, en las zonas rurales una de las preocupaciones era el acceso a la alimentación, debido a que la mayoría de la producción agrícola es de granos básicos. Pese a que el gobierno prometió un bono de $300.00 a cada representante de hogar y canastas alimentarias, no todos recibieron esos insumos.
Alison Jovel, una joven de 21 años del caserío El Zacamil, en Guacotecti, había visitado la parcela demostrativa de María Dubón. Con la pandemia busco apoyo María y ADES para conseguir insumos y poder producir sus propias hortalizas:
“Cuando se vino la pandemia era difícil porque se vino la cuarentena, con las cosas de la verdura era complicada porque no venían los verduleros, no se podía salir por todas las restricciones que había y pues uno toma la iniciativa ¿por qué no producirlo uno?”, dijo la joven egresada de la licenciatura en computación.
Comenta que tras comprar tomates y chiles dulces (pimientos), les sacó las semillas, las plantó y se dio cuenta que era posible producir huertos. “Fui a solicitar a ADES semillas para que el resto de la comunidad hiciera lo mismo, ya que aprovechando que aquí se tiene los recursos necesarios, espacio y todo lo demás”.
Por su parte, Jacqueline García, una joven de 22 años, se sumó a la iniciativa de Stefany e inició su huerto casero, en un espacio de 6 metros cuadrados. Mencionó que empezó con el apoyo de ADES y viendo tutoriales en youtube.
“Cuando se vino la pandemia, la familia se hizo más unida y (…) me gustó mucho la iniciativa de empezar a cultivar. Empecé con un semillero de tomate, luego empecé a cuidarlo y cuando floreó me gustó mucho, (igual) cuando inició la producción de la verdura”, reflexiona García quien hoy cosecha tomates, chiles jalapeños, repollos y hierbas aromáticas.
A diferencias de otras zonas rurales, el caserío El Zacamil cuenta con señal de internet, lo que permitió crear un grupo de whatsapp para que las y los jóvenes hicieran consultas a los agroecologos que les capacitan.
Para el técnico de ADES, Marvin Pineda, la pandemia aceleró los procesos de formación en agricultura orgánica en los municipios de San Isidro, Sensuntepeque y Guacotecti.
“Tuvo que venir una pandemia para enseñarnos que teníamos que sembrar, aunque sea una planta de tomate, es algo difícil lo de la pandemia (…) por eso, la agricultura es algo fundamental para el ser humano, sin agricultura no hay alimento”.
Los retos del Estado salvadoreño
Si bien los proyectos de agricultura orgánica impulsados por ADES han atendido a más de 1.000 familias en los municipios de San Isidro, Guacotecti y Sensuntepeque, sumado al apoyo de organismos internacionales como el PMA, el papel de las instituciones gubernamentales aún es poca o nula.
La ley de prohibición de la minería metálica logró frenar los proyectos de exploración y explotación de minerales, sin embargo aún no hay medidas de apoyo económico para las familias ni acciones de resarcimiento de daños ambientales tras la explotación de metales.
“En ICEFI siempre decimos que para que cualquier regulación que se establezca en una ley se cumpla, tenemos que ir a ver el presupuesto público. En la ley no quedaba claro ese acompañamiento si quedaba en el Ministerio de Economía o el Ministerio de Medio Ambiente o alguna otra entidad estatal”, menciona Lourdes Molina, economista senior.
Según datos del Presupuesto General de la Nación de los años 2018, 2019 y 2020 el Ministerio de Economía, a nivel programático, no tiene contemplado algún programa que esté encaminado a cumplir con la ley.
“El espíritu de la ley no ha sido acompañado con los recursos que permitan que el Estado salvadoreño cumpla con esa obligación que deriva del marco legal”, precisó Molina.
Por su parte, el alcalde de San Isidro, Ernesto Romero, confirmó que la mina El Dorado cerró operaciones de exploración en el Departamento, resiente la falta de articulación para el cumplimiento de la ley por parte del ejecutivo: “sinceramente todo ha quedado ahí, escrito”, señaló.
Pese a ello, menciona que la municipalidad ha apostado por apoyar emprendimientos de piscicultura y apicultura a unos 50 jóvenes del municipio para evitar que migren hacia Estados Unidos. “Ahora tenemos miel de colmena, nosotros abastecemos a otros departamentos, incluso exportamos a otros países. (También) hemos mandado a hacer una piscina (para la producción de peces), antes teníamos que esperar a que nos vendieran (pescados) de los ríos”, dijo el edil.
Aunque desconoce los procesos de agricultura orgánica en el municipio, se mostró a favor de apoyar estas iniciativas: “sabemos que la agricultura orgánica es muy importante para todos nosotros, me he fijado que en países desarrollado lo están practicando grandemente (…) es lo más sano para nuestra vida y nuestra salud que todos hiciéramos así, pero lastimosamente se van a lo más fácil”, mencionó.
Marvin Pineda, técnico de ADES, menciona que es importante la articulación entre el gobierno central y local en la que la apuesta sea la promoción de una agricultura sostenible.
“Imagínese ¿cuánto gasta el gobierno en fertilizantes anualmente, en semillas de maíz y frijol? Eso no fuera necesario si le apostara desde hace varios años (a la agricultura orgánica), actualmente todas las familias tendrían sus propias semillas (…) Las alcaldías tienen los recursos y le apuestan a esto. Si esto sigue así, pues, prácticamente vamos a seguir con la misma lógica”.
“Es bueno que las autoridades nos colaboren. Nosotros necesitamos la ayuda de las personas de la alcaldía y de otras instituciones que nos puedan ayudar con insumos, lo que uno carece con lo relacionado con la agricultura. Hay cosas que tenemos que comprarlas, por ejemplo: insumos para el abono, se necesitan semillas, cal. Necesitamos apoyo de parte de ellos, así como ADES nos colabora, que ellos nos apoyen con un agrónomo para que nos enseñe la agricultura orgánica”, precisó María Dubón.
Aunque hay varias familias que se sienten satisfechas con este tipo de alternativa, otros como Alfredo Romero, aún no están convencidos de su viabilidad para una producción a gran escala.
Alfredo tiene 77 años de edad, de los cuales 60 los ha dedicado a la agricultura. Menciona que en esa época aprendió a arar la tierra con bueyes pero ahora utiliza la agricultura tradicional “Ya no se trabaja así, se trabaja con veneno y de ahí es donde viene el maíz con veneno”.
Para Alfredo el principal problema de la agricultura orgánica es la cantidad de trabajo que requiere “Yo cultivé con orgánico y vi que poquito me dio. Se necesita una gran cantidad, hay que echarle una buena puñada (de abono orgánico) y ví que hay que trabajar en grande”.
¿Puede ser replicable?
Para Omar Arriola, de la FAO El Salvador, considera que este tipo de agricultura orgánica es una alternativa viable y replicable que permite una mejora económica y de vida a las familias que la practican. “Esto les permite tener un alivio y, conforme vayan dominando la tecnología, van entrando en los diferentes mercados y ellos mismos pueden darle la sostenibilidad a cada práctica que se desarrolle en cada territorio”.
Señala que es importante que las comunidades aprendan a innovar y desarrollen acciones que les permita incursionar en el mercado local y nacional. Lograr una producción agrícola orgánica sostenible en el tiempo, puede ayudar a una familia a que no dependa de otra actividad laboral, como el caso de la familia Reyes-Membreño.
“Hay muchas personas que alrededor están bien contentas. Hay unas que quieren tener el huerto en su casa. Yo les digo que sigan, que tengan su huerto en la casa, porque es saludable tener su verdura. El reto que tenemos es seguir adelante, y no caer porque de aquí nos mantenemos y vemos qué hacer para comprar lo que hace falta, de eso vivimos”, Haydee Membreño.
Para el ICEFI es vital que los proyectos impulsados por organizaciones sociales logren la independencia y así evitar el asistencialismo, sumado a una adecuada intervención de las entidades estatales.
“Las intervenciones o los proyectos que una asociación, que una fundación, que una organización no gubernamental pueda realizar no sustituye las obligaciones del Estado porque todos esos proyectos, para que puedan ser más escalables y puedan expandirse más y tener un impacto más grande en la vida de la población tiene que ir acompañado de políticas públicas” subrayó Lourdes de ICEFI.
Por su parte, el director de ADES, Antonio Pacheco, reitera que continuarán con los procesos de formación a las familias de la zona de Cabañas, su apuesta principal es la agroecología.
“Nosotros estamos en ese esfuerzo y vamos a continuar, es más ¿quién no come? comemos todo y, por tanto, hay que hacer la lucha para garantizar alimentos saludables”, y agregó: “nosotros consideramos que es necesario continuar desarrollando este tipo de actividad agroecológica. Francamente, de cara al calentamiento global y el cambio climático, este es el camino a seguir para bajar los efectos de este fenómeno. Necesitamos, por cuestión de sobrevivencia, continuar y asumir este enfoque de cómo producir alimentos saludables, un enfoque que contribuye a mantener el equilibrio ecológico”.
Por su parte, Carmelo, quien hace 20 años la minería le llamó la atención, ahora, junto a su compañera preparan la tierra para la producción de hortalizas, vegetales y hierbas aromáticas y no piensa retroceder “a veces uno (está) todo estresado, se va al huerto y comienza a trabajar ahí y es una experiencia diferente, sabe que lo que usted está sembrando le va a costar regar, pero se va a sentir satisfecho de llegar y solo agarrar y se lo come”.
* Este artículo hace parte de la serie de publicaciones resultado del Programa de becas de Periodismo de Soluciones, ejecutado con el apoyo de la Fundación Gabo.
Créditos:
Investigación y redacción: Angélica Cárcamo, con reportes de Norma Ramírez.
Revisión: Javier Drovetto y Leonel Herrera.
Grabación de video y producción: Romario Aguilar y Angélica Cárcamo.
Podcast: Eduardo González y Angélica Cárcamo.