//Desagravio a las víctimas: sobrevivir a la masacre de El Mozote y reivindicar la paz

Desagravio a las víctimas: sobrevivir a la masacre de El Mozote y reivindicar la paz

Las historias de María y Benito guardan similitud, ambas personas son sobrevivientes de la peor masacre de América Latina en época reciente, perpetrada por el ejército en 1981 en el caserío El Mozote y sitios aledaños, Morazán, El Salvador. El Estado no les responde aún por las vidas de sus familiares ni ha hecho lo suficiente para implementar medidas de reparación material, pese a haber sido condenado por la Corte IDH. No obstante, rechazan que el gobierno intente borrar de la memoria colectiva la importancia de los Acuerdos de Paz, los cuales conmemoraron participando en un acto de desagravio en el lugar donde les arrebataron a los suyos.

Texto, fotos y videos: Josseline Roca (@JvioletaRoca)

Venía en “guinda”, huyendo de las balas. Después de tres días escondida en “el monte” y sin probar alimento, junto a los tres hermanos que tenía a su cargo, decidió salir del caserío Jocote Amarillo, Morazán, en busca de otra pariente. En su tránsito hacia Talchiga, María Chicas Amaya- de solo 11 años- pasó por El Mozote y presenció lo que sería el preámbulo de la peor masacre en Latinoamérica en época reciente.

“Cuando yo llegué acá, al caserío El Mozote, donde estamos ahorita, se veía como una feria porque había una gran cantidad de gente que salió de los alrededores. Les dijeron que iba a venir la Cruz Roja a darnos alimentación”, narra.

Habitantes de los caseríos aledaños habían sido engañados. A María, la angustia por ver a su hermana mayor le hizo no quedarse. Recuerda bien que eran las 5 de la tarde, aquel 10 de diciembre de 1981, cuando decidió salir, solo con una “matata” llena de tortillas. Atrás dejó a sus vecinos y a la muerte.

“Ya estaba toda la gente reunida acá y entró el batallón Atlacatl, mandado por Domingo Monterrosa, a hacer la masacre (…) Cuando el ejército estaba aquí ya no podía salir ni una gallina, porque rodearon el caserío y no dejaban salir a nadie. Yo de aquí me fui y a las 6 de la tarde entró el ejército a masacrar a la gente”, recuerda mientras dirige su mirada hacia arriba.

Era 11 de diciembre. Desde Talchiga, María dice que vio columnas de humo “de todos colores” y tiene muy presente el olor que se percibía. Jamás se imaginó, afirma, que en realidad estaban quemando a sus vecinos masacrados.

No quedaban opciones más que el exilio. Como María, sobrevivientes de la matanza huyeron a Colomoncagua, Honduras, sin nada, más que la vida.

Este mural en la plaza en memoria de las víctimas de El Mozote muestra un archivo fotográfico de las comunidad, sobrevivientes y de los mensajes que utilizaban los victimarios.

Una semana después, decidió volver e incorporarse a la lucha armada. “Me metí a la guerrilla, porque no teníamos papá ni mamá. La decisión que tomábamos no sabíamos si era buena o mala (…) Sentía un coraje al ver cuántas barbaridades había hecho el ejército. En ese momento era una niña”, reflexiona casi 40 años después.

María cuenta con voz firme lo que vivió, pero se le corta al recordar a su padre, asesinado por soldados el 13 de diciembre de 1981 en el cantón La Guacamaya, según le han contado sus vecinos. Hace una pausa. Seca sus lágrimas y sigue, para narrar que los restos de su “papa” no han podido ser trasladados. “Son cosas que uno no puede olvidar, y entre más se va contando la historia se acuerda de lo que se ha sufrido en carne propia. Por eso duele que mucha gente diga que es mentira lo que pasó acá”, lamenta.

Para esta mujer, que ha ido reconstruyendo su vida -rota por una guerra que le arrebató a sus familiares-, es imposible olvidar su historia y la de miles; por eso considera una “ofensa” que el presidente de la República, Nayib Bukele, llegara a ese lugar emblemático de la tragedia a decir que la guerra y los Acuerdos de Paz, que le pusieron fin, son “farsas”.

“A mí me duele. Sin esa paz (los Acuerdos de 1992) nosotros ya no estuviéramos (…) Cuánta sangre derramada y que se diga que eso fue una mentira es una gran injusticia”, reclama.

“Eso que vino a hacer el presidente fue como una burla para nosotros, por no entender lo que le pedimos: que haya una justicia”, dice María Chicas, sobreviviente de la masacre de El Mozote y sitios aledaños.

Desde el Comité Histórico El Mozote, María mantiene viva la memoria colectiva, la que la narrativa oficial desestima. Ella estuvo presente el 16 de enero en el acto de desagravio (reparación por la ofensa) al que convocaron organizaciones de derechos humanos y de víctimas, para conmemorar los 29 años de la firma de los Acuerdos de Paz.

Pese a las amenazas de la ADESCO, la misma que participó en el evento en el que el presidente Bukele renegó de los Acuerdos, el evento se realizó sin sobresaltos. Pancartas, canciones y consignas reivindicaban el pacto que silenció las armas y que, consideran, debió ser el punto de partida para construir una sociedad en paz.

“Hoy realizamos este acto de desagravio para sanar nuestros espíritus indignados, homenajear a nuestros héroes y mártires cuya memoria quiso denigrar. Animamos a seguir trabajando por la justicia social en nuestro país”, expresan. La principal exigencia fue que el presidente Bukele pida disculpas públicas por lo que dijo el 17 de diciembre.

Mirna Perla del Colectivo Herbert Anaya Sanabria destaca a quienes lucharon contra la dictadura militar en El Salvador.

“Sebastián Torogoz” entonaba sus canciones en medio del acto cultural en la plaza en memoria de las víctimas de El Mozote. “El canto del Torogoz” y “Compa Roxana” eran parte del repertorio. La voz principal del histórico grupo de música popular también se dirigió al mandatario: “joven ciudadano, presidente de El Salvador, el orgullo dura poco y una ofensa no tiene fecha de vencimiento, usted sí (…) No toree a este pueblo”, exhorta.

La voz principal de los Torogoces de Morazán rechaza las declaraciones del Presidente Bukele sobre los Acuerdos de Paz.

Escuchando a Sebastián estaba Benito Márquez Chicas, un hombre de 85 años sobreviviente de la masacre de El Mozote y sitios aledaños. Mientras permanece sentado en una silla y cubriéndose del sol con su sombrero, periodistas se le acercan para hablar con él. Narra que está vivo porque ocho días antes del operativo de 1981, que derivó en la matanza, se desplazaron hacia otro lugar, aunque esto significó suspender las misas que le realizaban a su padre, quien falleció, dice, por la depresión que le causó el asesinato de dos de sus hijos. Le preguntan su opinión sobre lo que declaró el jefe de Estado…

“Venir con un gran montón de helicópteros aquí, como que si era guerra. Vino directamente a insultarnos y a las organizaciones que nos están apoyando a nosotros. Él no quiere dañar a su gente, a la Fuerza Armada, a la Policía”, señala.

Este fue uno de los mensajes que se colocaron durante el acto de desagravio en el caserío El Mozote

Al igual que María, Benito desmiente que en El Mozote no se adoptara ninguna medidas de reparación material -como lo ordenó la Corte Interamericana de Derechos Humanos en una sentencia de condena al Estado por esta masacre- previo a que Bukele asumiera el control del Ejecutivo, como también lo planteó el mandatario; aunque coinciden en que no ha sido suficiente, dado que lo perdieron todo. También reclaman acceso a los archivos militares -negados hasta hoy por todos los presidentes- y que cumpla su palabra.

“Lo que interpreto yo es que ha perdido, porque la gente lo estaba apoyando. Lo eligieron porque pensaban que iba a hacer una gran cosa aquí, lo que no hicieron los demás”, sostiene.

En junio de 2019, en una recepción en Casa Presidencial, Bukele les dijo a las víctimas que conocía sus demandas y que serían prioridad. “Dicen ‘no abran las heridas del pasado’; no, si las heridas están abiertas, lo que queremos es cerrarlas. No se cierran ocultándolas o poniendo un velo encima, sino que precisamente es encontrar la verdad”, les expresó. Un año después bloqueó el acceso a los archivos militares.

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Las organizaciones sociales que convocaron al acto de desagravio lamentaron que el discurso gubernamental se caracterice por el “negacionismo” de hechos de la memoria colectiva.

“Debemos decir que es desafortunado que a una persona que le cabe la responsabilidad de procurar la memoria de nuestro país, de ayudar a que se haga justicia a las miles de víctimas, pueda tener ese tipo de juicios. En la medida en que no cumple con ellas se vuelve cómplice”, señala David Ortíz, de la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (Fespad), frente al memorial de las víctimas.

Avanza el evento, en el que han dicho no a la desmemoria, en este sitio emblemático para la lucha de las víctimas, El Mozote. María, desde el lugar donde trabaja como guía local, hace una exhortación a la sociedad: “luchemos por una sola causa, que haya justicia”.  

Morazán fue uno de los escenarios para reivindicar la paz este 16 de enero. Actividades simultáneas se realizaron en San Salvador.

En el parque Cuscatlán, donde sobrevive un mural en memoria de las víctimas de la guerra civil, personas reclamaron que se abran los archivos militares; en el Estado Mayor de la Fuerza Armada, jóvenes enfatizaron en la necesidad de conmemorar los Acuerdos y rechazar el negacionismo; y en la Plaza Cívica -donde hace 29 años se celebró el acuerdo- una multitudinaria concentración de veteranos y excombatientes salió en defensa del pacto que puso fin a la guerra de 12 años en El Salvador. Además hubo otros eventos académicos realizados por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).

Performance de una artista frente al memorial de las víctimas en el parque Cuscatlán. Foto: Salvadoreñxs construyendo memoria.

Al final del día y tras la sinergia de diversos sectores que se expresaron en las plazas y en las plataformas digitales, con la etiqueta #ProhibidoOlvidarSV, Bukele respondió con un decreto ejecutivo en el que intenta materializar el olvido de los Acuerdos. “Dejaremos de conmemorar a los que ordenaron sus muertes y empezaremos a conmemorar a quienes sí deben ser conmemorados. Así empezaremos a construir la paz”, dice el anuncio en su cuenta oficial de Twitter.

Personas defensoras de derechos humanos consideran que el anuncio gubernamental es contradictorio. “Es un doble discurso. Les prometió verdad y justicia a las víctimas de El Mozote, pero después vemos la obstrucción a los archivos militares; desconoce el pasado, pero al ver la postura de toda la sociedad civil y de las víctimas del conflicto armado es que el cambia su postura”, señala Irene Gómez, abogada de Litigio Estratégico de Fundación Cristosal.

En su lucha por verdad justicia y reparación, las víctimas han demandado que se establezca por decreto legislativo el Día de la Desaparición Forzada, sin respuestas hasta hoy. Sofía Hernández, histórica defensora de los derechos de las madres de desaparecidos, defiende la “apertura” que permitieron los Acuerdos de Paz, por eso considera que la conmemoración debe mantenerse. Sobre el decreto del mandatario, rechaza que no se les consulte. “Ni siquiera se ha dignado en hablar con nosotros”, reprocha.

Según datos oficiales, en El Salvador fueron asesinadas más de 75 mil personas durante la guerra civil. En la masacre de El Mozote se contabilizan más de mil víctimas, la mayoría niñas y niños. Por este caso hay un proceso judicial abierto, obstaculizado por la decisión gubernamental de no entregar los archivos militares.

Los Acuerdos que “soslaya” Bukele establecieron, entre otras cosas, el fin de la guerra civil y de décadas de militarismo, la eliminación de los antiguos cuerpos de seguridad y las bases de una nueva institucionalidad que han debido garantizar los derechos reprimidos antes de la firma de estos.