El presidente Nayib Bukele culminó su ilegal injerencia en la campaña electoral violentando la prohibición de publicitar obras estatales durante los 30 días previos a las elecciones, establecida en el Artículo 178 del Código Electoral.
Primero inauguró y difundió en medios de comunicación y en redes sociales el bypass del Puerto de la Libertad, obra que -por cierto- fue planificada, iniciada y ejecutada en su mayor parte por el gobierno anterior, pero que Bukele la presenta como obra de su gestión.
Luego promocionó el inicio del proceso de vacunación contra el COVID-19, hecho que -vale decir- está rodeado de mucha polémica, falta de transparencia y ausencia de un plan para vacunar a todo el personal de primera línea (el lote de vacunas recibido sólo cubrirá al 16% del personal médico), a los sectores más vulnerables y al resto de la población.
Finalmente publicitó la entrega de computadoras a centros escolares, proyecto del cual el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se distanció públicamente luego que la ministra de Educación lo involucrara en la compra.
La impune actuación del mandatario es posible por la pasividad del Tribunal Supremo Electoral (TSE) y la inacción de la Fiscalía, instancias que tampoco hicieron algo contra Bukele por denunciar fraude sin presentar pruebas, por violar el Artículo 218 de la Constitución utilizando su cargo para favorecer a Nuevas Ideas o por el uso proselitista de recursos públicos.
A la impunidad presidencial se suma la grave irresponsabilidad de los medios de comunicación que difunden ilegalmente publicidad sobre dichas obras inauguradas por Bukele. Por “miedo a decirle que no al presidente” o por “no dejar ir ingresos publicitarios”, los principales canales televisivos y estaciones de radio violan la ley electoral.
Esta impunidad presidencial y mediática representa “una mancha” en el proceso electoral. Si por algo “serán fraudulentas” las elecciones del próximo domingo es por el abuso, la injerencia, el irrespeto a la legalidad y la actitud antidemocrática de Nayib Bukele, quien abandonó su rol de gobernante y asumió como principal propagandista de su partido.
Ojalá que la ciudadanía reflexione lo inconveniente, injusto e inmerecido que sería darle mayoría parlamentaria a un presidente tan nefasto.