Durante la celebración del “Día del Soldado”, el pasado 7 de mayo, el presidente Nayib Bukele agradeció a los militares por salvar al país de los “enemigos internos”.
“Como comandante general de la Fuerza Armada y en nombre del pueblo salvadoreño, al que represento como presidente de la República, quiero reiterarles nuestro agradecimiento por ayudar a salvar a la patria de nuestros enemigos externos e internos”, expresó el mandatario, sin especificar quiénes son esos enemigos.
Bukele dijo que “los ataques ahora ya no son (solo) externos, sino que también internos”; y agregó que “esas pequeñas voces que atacan a la Fuerza Armada son una pequeña minoría que hacen mucho ruido y les gusta criticar porque no hacen nada y en el fondo envidian a los hombres y mujeres de valor que sí trabajan por la patria”.
En respuesta a la referida declaración presidencial, el ex procurador para la defensa de derechos humanos David Morales escribió en Twitter que “el concepto de ‘enemigo interno’ se utilizó en América Latina para perpetrar genocidios y atrocidades como la masacre de El Mozote”.
Morales agregó que la definición de “enemigo interno” “fue usado para la persecución política” y “volcó a las FFAA en contra de sus propios pueblos”, citando el peritaje militar del histórico juicio por la masacre de El Mozote donde él participa como querellante particular de las víctimas.
Ciertamente, “enemigo interno” es un vocablo de la tristemente célebre “Doctrina de la Seguridad Nacional” que adoptaron las dictaduras tuteladas por Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX en América Latina. En El Salvador el “enemigo interno” fueron los activistas, dirigentes políticos, religiosos, estudiantes, intelectuales, artistas y miembros de organizaciones opositoras al oprobioso régimen militar.
Ahora Bukele retoma el término para etiquetar como “enemigos internos” a defensores/as de derechos humanos, activistas sociales y promotores de la causa de las víctimas, que cuestionan la manipulación presidencial de la Fuerza Armada y la recuperación de la beligerancia política que les fue proscrita por los Acuerdos de Paz que pusieron fin a doce años de guerra civil y al militarismo de cinco décadas. Para Bukele, la exigencia de abrir los archivos militares es un “ataque a la Fuerza Armada”.
La más reciente variante discursiva presidencial es que “el país va hacia adelante, mira al futuro y no dará marcha atrás”. Sin embargo, hechos como la resucitación bukeliana del término “enemigo interno” son una confirmación tajante de que el país va en franco retroceso histórico y repite realidades del pasado que se consideraban superadas.