Para convencer a la población sobre las supuestas bondades de la adopción del Bitcoin, el presidente Nayib Bukele ha recurrido a su habitual estrategia de simplificar la realidad y manipular los hechos. Así, en su última cadena nacional de medios, el mandatario llamó “criticas de la oposición” a las opiniones desfavorables sobre el uso de la criptomoneda que han expresado diversos actores, sectores e instituciones.
Dar curso legal al Bitcoin ha sido cuestionado por economistas y expertos nacionales e internacionales, incluidos varios premios nobel de economía; así como agencias calificadoras de riesgos y organismos financieros como el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, el mandatario asegura que son “críticas de la oposición”.
A Bukele sólo lo respaldan inversionistas y “evangelistas” criptomonederos, sus funcionarios y el séquito de aduladores que repiten el discurso presidencial. Recientemente un centenar de economistas, activistas y periodistas, de distintas posturas políticas y diferentes enfoques económicos, pidieron a la Asamblea Legislativa derogar la Ley del Bitcoin.
Según la narrativa presidencial, los críticos del Bitcoin son “los mismos de siempre”. En la cadena de radio y televisión dijo que son “los mismos que impusieron la dolarización”, ocultando el hecho que varias organizaciones que rechazan la bitcoinización también cuestionaron la dolarización cuando se implementó y en varios momentos han propuesto revertirla.
Calificándolas como “críticas de la oposición”, el mandatario evita responder a los señalamientos que en materia económica, legal, política y ambiental se plantean contra la criptomoneda: la volatilidad y fluctuación extremas, el alto costo ecológico de la “criptominería”, la inconsulta aprobación de la ley y el riesgo de que el Bitcoin sea para esconder dineros de la corrupción del gobierno, del narcotráfico y otras actividades ilícitas.
Frente a tal situación es urgente que la población exija a Bukele explicaciones serias, responsables, verdaderas y transparentes. El mandatario no puede evadir las preocupaciones y advertencias de los más diversos sectores e instancias nacionales e internacionales diciendo que son “críticas de la oposición”.
Por el bien del país, el presidente debe actuar de manera más responsable y seria.