El presidente Nayib Bukele presentó ayer en la Asamblea Legislativa su “informe” de segundo año de gestión. Lo que debía ser un acto de rendición de cuentas ante el Parlamento fue un discurso propagandístico para sus seguidores, por medio de una cadena nacional, en horario estelar, con la bancada oficialista como coro de aplausos.
A continuación cinco aspectos relevantes que deberían provocar reflexiones urgentes en la ciudadanía democrática.
1. Confirmación del populismo. Los populistas hablan por el pueblo, se presentan como mesías, dicen ser instrumento de Dios y se enfrentan a enemigos del país que buscan el mal para la gente. Fiel a ese guión -aconsejado por sus asesores de la oposición venezolana- Bukele dijo ser guiado por Dios, el pueblo es el único poder fáctico terrenal al que obedece, defenderá al país hasta con su vida y no permitirá que los enemigos que “están en la esquina” regresen al poder.
2. Falso “anti-oligarquismo”. Bukele insistió que la oligarquía -que históricamente fue el poder real- ha sido desplazada y que su gobierno no responde a intereses pudientes. Sin embargo, la realidad desmiente al mandatario, pues la mayoría de familias poderosas (Kriete, Dueñas, Murray Meza, Callejas, Hill, etc.) apoyan al gobierno y el “Clan Bukele” ha decidido momentáneamente -en la fase inicial de su era- convivir con ellas (Es posible que los Bukele sí buscan desplazar a la élite actual en el largo plazo para erigirse ellos como nueva oligarquía).
Por eso no toman ninguna medida anti-oligárquica, al contrario el Ejecutivo avala sus proyectos (como urbanización Valle El Ángel) y la Asamblea aprueba más deuda en vez de impulsar reformas fiscales progresivas donde “paguen más quienes tienen más”. Si en verdad Bukele fuera anti-oligárquico, su Asamblea pondría impuestos a los 160 millonarios que, según OXFAM, acaparan 21,000 millones de dólares equivalentes al 87% del Producto Interno Bruto (PIB).
3. Insinuaciones dictatoriales. Bukele dio a entender que llegó para quedarse: anunció que defenderá al pueblo “mientras Dios le fuerzas”, que “el país cambió para siempre” y que la toma del poder por el pueblo “es irreversible”. Tales expresiones confirmarían que Bukele y sus hermanos buscan perpetuarse en el poder instalando una dinastía como la “Meléndez Quiñones” que existió hace un siglo, entre 1914 y 1928.
Hace poco el abogado Fabio Castillo declaró que “los Bukele tienen un plan para gobernar 40 años”. Ayer, el presidente habló de un “próximo paso”: aunque no detalló, dijo que -a la ya consumada toma de todo el poder estatal- sigue desmantelar el “aparato ideológico”. ¿Cerrará medios críticos?, ¿cancelará ONGs’?, ¿convocará a una asamblea constituyente para redactar una nueva Carta Magna?…
4. Falta de rendición de cuentas. Bukele no informó sobre su gestión: más allá de repetir la “reducción de asesinatos” y el “buen manejo de la pandemia”, no mencionó resultados ni anunció nuevos proyectos. Lo demás fue culpar a sus antecesores, descalificar oponentes y evitar responder las críticas, especialmente sobre manejo irregular de fondos públicos, desmedido endeudamiento, incremento de desapariciones o violaciones a la libre expresión. Al final el mandatario hizo jurar a los presentes (diputados, magistrados, fiscal general, ministros y simpatizantes) que “defenderán las futuras conquistas”.
5. Desafíos democráticos. La consolidación del proyecto populista, autoritario y neoliberal, expresada en el discurso presidencial, representa importantes desafíos para los sectores progresistas y democráticos, relacionados con la necesidad de desnudar ante los ojos de la gente las falacias del bukelismo y la urgente construcción de una verdadera alternativa popular, democrática y antineoliberal.