La semana pasada conocimos una grata noticia para el país: el anuncio de la celebración de la beatificación de los sacerdotes Rutilio Grande y Cosme Spessotto, así como también de los laicos Manuel Solórzano y Nelson Lemus, compañeros martiriales del padre Grande. El Papa Francisco decidió que el magno evento se realice el sábado 22 de enero del próximo año.
Ambos religiosos abrazaron la causa de los pobres y fueron asesinados, según El Vaticano, “por odio a la fe”. El jesuita Rutilio Grande fue masacrado, junto con sus dos acompañantes, por un escuadrón de la muerte de la extrema derecha salvadoreña, el 12 de marzo de 1977, mientras se conducía a oficiar una misa a El Paisnal, en el norte de San Salvador.
El asesinato del padre Grande impactó profundamente la conciencia de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien recién asumía como Arzobispo de San Salvador y a partir de ese momento endureció sus críticas hacia la oprobiosa dictadura militar que sometía al país, elevando el tono de su voz de denuncia contra las injusticias y violaciones a los derechos humanos.
Cosme Spessotto, franciscano de origen italiano, fue asesinado en San Juan Nonualco, departamento La Paz, el 14 de junio de 1980, mientras oraba antes de celebrar la eucaristía. Poco días antes había advertido su inminente asesinato y escribió que “morir como mártir sería una gracia que no merecía”. En la misma nota perdonaba anticipadamente a sus asesinos y pedía por su conversión.
Las buenas nuevas sobre la beatificación de estos mártires tiene dos interpretaciones importantes. Una es que confirma la validez de la memoria y de la historia, en un país cuyo gobierno ha menospreciado a las víctimas, impide el acceso a archivos militares que contienen información sobre crímenes de la guerra civil y pregona narrativas negacionistas que califican como “farsa” hechos relevantes como la firma de los Acuerdos de Paz.
Y la otra es que aviva la esperanza por un país democrático, justo, incluyente, equitativo y pacífico, en un contexto de grave regresión democrática, imposición de políticas monetarias inciertas, pactos gubernamentales con grupos delincuenciales, desmedido endeudamiento externo, manejo oscuro de fondos públicos e incesantes discursos de odio contra quienes disienten del relato único presidencial.
En este sentido también tiene un fuerte significado la designación del cardenal Gregorio Rosa Chávez para presidir el evento. El jerarca católico salvadoreño, insultado y vilipendiado por el fanatismo bukelista, ha sido nombrado por el Papa Francisco como su representante especial para dicha conmemoración.
Así que enhorabuena el reconocimiento de los mártires salvadoreños Rutilio Grande, Cosme Spessotto, Manuel Solórzano y Nelson Lemus; así como también el respaldo papal al cardenal Rosa Chávez, frente a la intolerancia y el insulto del presidente Nayib Bukele y sus secuaces.