El Premio Nobel de La Paz de 2021 fue otorgado la semana pasada a dos periodistas, en reconocimiento al papel central del periodismo en la construcción de la paz y de sociedades democráticas. Los galardonados son la periodista filipina María Ressa y el periodista ruso Dmitri Muratov. El Comité Noruego del Premio Nobel de la Paz declaró que el reconocimiento es por “su lucha valiente para defender los derechos humanos y la libertad de expresión en sus respectivos países”.
Ressa ha denunciado la represión y abusos de poder del presidente filipino Rodrigo Duterte, razón por la que ha sido perseguida y criminalizada bajo acusaciones espurias de difamación cibernética. Mientras que Muratov ha revelado escándalos del gobierno y la oligarquía rusa, por lo cual algunos de sus compañeros han sido asesinados.
La entrega de este significativo premio mundial es una oportuna validación del periodismo fiscalizador del poder en todo el mundo. De hecho, la instancia que lo otorga afirma que “Ressa y Muratov representan a todos los periodistas que defienden esos ideales en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas”.
Y El Salvador es uno de esos países donde la libertad de expresión y el derecho de información enfrentan graves amenazas. Aquí, un presidente joven pero con una anquilosada vocación autoritaria mantiene una ofensiva permanente de descalificación, estigmatización y ataques contra periodistas y medios que cuestionan su gestión.
Los atropellos son sobre todo contra quienes señalan falta de transparencia, mal manejo de fondos públicos, prácticas de nepotismo y otros actos de corrupción; también contra los que sacan a la luz pactos con las maras y contra quienes critican la remilitarización, la imposición del bitcoin, la privatización del agua y los desmanes contra la institucionalidad.
Nayib Bukele y sus secuaces deberían entender que el periodismo no es relaciones públicas, comunicación institucional o propaganda; y que -tal como planteaba el fundador del periodismo estadounidense Joseph Pulitzer- sus funciones principales son “defender la democracia y las reformas, denunciar las injusticias y combatir a los demagogos”.
El periodismo no está al lado del poder, sino frente a él para fiscalizarlo. Esa fue la perspectiva del llamado “Cuarto Poder” del periodismo y los medios como fiscalizadores de los tres poderes estatales y también del poder económico. En este mismo sentido, el célebre cronista polaco Ryszard Kapuscinski, refiriéndose a la noción de supuesta imparcialidad de la objetividad periodística, decía que el periodista siempre debe “parcializarse” a favor de los derechos de la gente.
Ojalá que Bukele y compañía entiendan y respeten el rol del periodismo. Pero más esperable aún es que la ciudadanía salvadoreña exija respeto a la libertad de prensa y defienda a los periodistas y medios críticos, pues está en juego su derecho a la información, la defensa de los demás derechos humanos y la democracia.