Las principales gremiales empresariales centroamericanas y dominicana se oponen a la ratificación del Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que se refiere a la eliminación de la violencia y el acoso laboral.
En una asamblea realizada recientemente en la Ciudad de Guatemala, los representantes de la Federación de Entidades Privadas de Centroamérica, Panamá y República Dominica (FEDEPRICAP) acordaron gestionar ante los gobiernos de sus países la no ratificación de tan necesario tratado internacional de protección de derechos laborales.
En El Salvador, ha sido la tristemente célebre Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), la encargada de anunciar el nefasto acuerdo, en voz su presidente Luis Cardenal.
Con semejante actitud, las gremiales empresariales del país y del resto de la región exhiben sus miserias y su visión esclavista de los asuntos laborales. Al rechazar el Convenio 190 de la OIT, los personeros de ANEP y compañía se muestran partidarios de la violencia y el acoso contra los trabajadores y trabajadoras.
Esperemos que las clases trabajadoras centroamericanas y dominicana exijan los a Estados suscribir el referido tratado laboral y no ceder ante chantaje de las gremiales corporativas.
En El Salvador es más que necesaria la presión y movilización de los sindicatos y organizaciones laborales, pues el gobierno de Nayib Bukele no se ha adherido a dicho Tratado. Hace poco, el flamante ministro de Trabajo, el ex sindicalista Rolando Castro, se abstuvo de hacerlo en la votación realizada en la última reunión de la OIT en Ginebra, Suiza.
Dios quiera que lo actuado por las gremiales empresariales de la región indignara a todo la población decente, honrada y trabajadora. Es necesario repudiar el troglodismo, la avaricia, la irresponsabilidad y la inhumanidad de estos empresarios “violentos y acosadores”.
Es urgente una rebelión popular orientada a desmantelar los esquemas de evasión y elusión tributaria, violación de derechos laborales, destrucción ambiental y de cooptación de las instituciones públicas, que están a la base del “éxito empresarial” de las miserables e indolentes élites salvadoreñas y centroamericanas.
Ojalá que así sea.