Nayib Bukele condenó la semana pasada el golpe de Estado en Perú, donde el Parlamento destituyó ilegalmente al presidente Martín Vizcarra. En un comunicado oficial, difundido en su cuenta de Twitter, el gobernante salvadoreño también respaldó las legítimas demandas de las indignadas movilizaciones sociales protagonizadas mayoritariamente por jóvenes.
Dicho pronunciamiento del presidente Bukele plantea la duda sobre qué solvencia moral, ética y política tiene un mandatario para condenar golpes de Estado en otros países, cuando en el suyo no respeta la independencia de poderes, incumple resoluciones judiciales, violenta la libertad de prensa y tiene un estilo de gobierno autoritario, confrontativo y populista.
¿Quedó habilitado Bukele para defender la democracia en Perú, después del 9 de febrero de este año, cuando tomó las instalaciones de la Asamblea Legislativa acompañado de militares y policías para presionar por la aprobación de un préstamo, en un hecho que fue considerado un intento de golpe contra el Parlamento?
¿Puede presentarse como paladín del respeto a la institucionalidad un gobernante que promueve una reforma constitucional que apunta a allanar el camino para la reelección presidencial; o que ha devuelto a la Fuerza Armada la beligerancia política que le fue proscrita por los Acuerdos de Paz que pusieron fin a doce años de cruenta guerra civil y a seis décadas de militarismo atroz?
¿Puede Bukele respaldar las demandas del pueblo peruano, cuando aquí se opone al conocimiento de la verdad, la aplicación de justicia y la reivindicación de las víctimas de graves violaciones a los derechos humanos; y bloquea el acceso a los archivos militares que podrían contener información útil para investigar la Masacre de El Mozote, perpetrada en 1981 por el ejército gubernamental y donde fueron cruelmente asesinadas unas mil personas, principalmente niños, mujeres y ancianos?
¿Es auténtica la postura democrática y antigolpista del gobernante salvadoreño, si reconoce como presidente de Venezuela al impostor Juan Guaidó y no condenó el golpe en Bolivia contra el presidente Evo Morales?
¿Es creíble el discurso democrático de un mandatario que simpatiza y llamó “very nice and cool president” al racista, xenófobo y misógino gobernante estadounidense Donald Trump?
Claramente, Bukele no está solvente para hablar de democracia y condenar golpes de Estado. Su postura sobre la crisis política en Perú es hipócrita, demagógica, oportunista y posiblemente sólo busca tomar del pelo a las y los jóvenes peruanos que retuitearon entusiastas su pronunciamiento.