La renuncia en secreto del director de la Policía, Mauricio Arriaza Chicas, al cargo de viceministro de Seguridad, para evitar el desafuero legislativo, confirma, en lo específico, que tal nombramiento había sido precisamente para “blindarlo” de posibles procesos judiciales por desobediencia, incumplimiento de deberes y otros delitos.
Y, en lo general, muestra que para el presidente Nayib Bukele el ejercicio del poder gubernamental “es un juego” donde él siempre gana: a los diputados, al Fiscal, a los magistrados de la Sala Constitucional, a los alcaldes, etc. Para esto, el mandatario considera válido echar mano de cualquier trampa, mentira, leguleyada o “jugada maestra” que le permita “salirse con la suya”.
Pareciera que en la visión presidencial no existe la independencia de poderes, la institucionalidad y las reglas democráticas. Sólo existe el deseo de imponer su voluntad sobre los demás funcionarios e instituciones.
En esta lógica Bukele también reniega hechos históricos, les quita importancia o los adecúa a sus narrativas. Recientemente, en un acto de graduación militar, “ninguneó” los Acuerdos de Paz, a los que se refirió como “unos papeles mal llamados acuerdos de paz” que, según dijo, solo permitieron a “dos cúpulas civiles repartirse el poder durante 30 años”.
Para Bukele los Acuerdos de Paz no son el resultado de la lucha histórica por derrotar la tiranía y construir un estado democrático, que acabaron con cinco décadas de dictadura militar y doce años de guerra civil, sentaron las bases para en cierta manera refundar la institucionalidad y permitieron, entre otras cosas, que él sea ahora el presidente. No, son unos “simples papeles”.
Otro intento bukeliano de reescribir la historia fue durante la celebración del 15 de Septiembre. En su discurso catalogó a su gobierno como un hito independentista y advirtió que la “verdadera independencia” será en las elecciones de febrero de 2021, comicios en los que su partido Nuevas Ideas pretende tomar el control de la Asamblea y luego del resto del aparato estatal (Fiscalía, Sala Constitucional, etc.).
Pero lo más grave aún es que la mayoría de la población parece dispuesta a conceder el sueño autoritario del presidente. Según la más reciente encuesta de la UCA, el 64% de la gente votaría por el partido de Bukele.
Oscuros nubarrones se posan frente al horizonte nacional.