Esta semana entró en vigor el cuestionado acuerdo de “Tercer País Seguro”, suscrito en septiembre del año pasado entre las administraciones de Nayib Bukele y Donald Trump, que obliga a El Salvador a recibir a cualquier persona que solicite asilo en los Estados Unidos.
El acuerdo ha sido duramente criticado porque nuestro país no tiene condiciones adecuadas, sobre todo en materia de seguridad pública, para acoger a migrantes y refugiados extranjeros; y porque representa una clara legitimación de la deplorable política anti-imigrante del racista y xenófobo gobernante estadounidense.
Y si la firma del convenio es reprobable, su implementación lo es todavía más, por una razón muy pragmática: Trump ya está terminando su mandato y lo conveniente es esperar que asuma el presidente electo Joe Biden, quien ha prometido introducir cambios sustanciales en la política migratoria y -probablemente- convenios como el de “Tercer País Seguro” serán ser revertidos.
Pero el sometimiento de Nayib Bukele hacia Donald Trump (a quien considera un “very nice and cool president) es tanto que sigue respaldándolo hasta en los últimos momentos de su fallida gestión presidencial.
El desacierto político de Bukele es tal que, en vez de buscar acercamientos con el entrante gobierno demócrata, prefiere “suicidarse (políticamente)” respaldando hasta el final al desocupante de la Casa Blanca quien, entre otras estupideces, considera delincuentes a todos los migrantes y llamó a nuestro país “un hoyo de mierda”.
Este servilismo bukeliano perjudica al país frente la nueva administración estadounidense que, además, ve con preocupación la conducta antidemocrática de Bukele y el estilo autoritario de su gobierno. La ex embajadora Mari Carmen Aponte, congresistas y otros altos personeros demócratas han cuestionado la falta de transparencia, la obstrucción a la justicia y otras acciones reprobables del mandatario salvadoreño.
Ojalá que, por el bien del país, Bukele se distancie de Trump aunque sea a último momento, asuma una actitud democrática y busque relaciones de cooperación respetuosas con el gobierno de Joe Biden, más allá de la onerosa contratación de cabilderos que le servirá muy poco o nada.