Nayib Bukele hizo campaña diciendo que él era diferente a los presidentes anteriores y ganó las elecciones prometiendo que actuaría en forma distinta a los mismos de siempre. La mayoría de la población votó por él creyendo que haría un gobierno democrático, transparente y progresista.
Sin embargo, ha sido todo lo contrario. En solo dos años de gestión Bukele ha cerrado el acceso a la información pública, desmantelado la institucionalidad y -gracias a la súper mayoría parlamentaria que tiene a sus disposición desde el pasado 1o de mayo- ha tomado el control de la Fiscalía y la Corte Suprema de Justicia, endeudado peligrosamente al país y aprobado leyes como la del Bitcoin.
El mandatario también mantiene un discurso de odio contra quienes no se alinean al discurso único gubernamental y ha deteriorado las relaciones con Estados Unidos, país donde vive un tercio de nuestra población, de donde provienen las remesas que sostienen la maltrecha economía nacional y es el destino de la mayor parte de las exportaciones salvadoreñas.
Bukele, además, ha reinstalado el militarismo que fue proscrito por los Acuerdos de Paz de 1992 y mantiene una dudosa “reducción de asesinatos” mediante pactos con pandillas que han sido revelados por el periodismo investigativo.
Por estas y otras razones, Bukele resultó igual o peor que los “mismos de siempre” y su desacertada gestión pronto podría derivar una situación caótica, sobre todo en materia económica si no resuelve el problema de las finanzas públicas y de seguridad pública si se caen los acuerdos con la maras.
No obstante, el mandatario aún está a tiempo de corregir y evitar el inminente colapso. El destacado científico salvadoreño-estadounidense Carlos Vela recomienda a Bukele “despedir a los asesores venezolanos y rodearse de la mejores mentes salvadoreñas, elaborar un plan de emergencia para afrontar la crisis financiera que se avecina, retractarse del Bitcoin, reconciliarse con el 3 por ciento y parar la campaña de odio”.
En este espacio editorial suscribimos el llamado a Bukele para evitar la catástrofe nacional que se viene. Ojalá el inquilino de Casa Presidencial reflexione, asuma su rol como presidente y abandone el papel demagógico de falso justiciero, catador de la ira popular y propagandista permanente.
Bukele tuvo la oportunidad de ser el mejor presidente que el país haya tenido hasta ahora, pero la desperdició y -por los errores que ha cometido- ya no podría serlo. Sin embargo, sí puede todavía evitar el desastre que inevitablemente vendrá si no corrige.
Ojalá que la población despierte y se movilice para exigir a Bukele que reflexione, cambie y cumpla sus promesas.