La Universidad de El Salvador (UES) pasa por uno de los peores momentos de su historia, con un rector cómplice del régimen autoritario y dictatorial que preside Nayib Bukele. El economista Roger Arias sabe cómo bailar al son de los gobiernos de turno: cuando gobernaba el FMLN se mostraba “rojo-rojito” y ahora viste el cian del bukelismo.
En el marco del 181 aniversario del Alma Máter, el camaleónico rector declaró que no observa ningún deterioro institucional en el país, negó que se estén violentando libertades democráticas o vulnerando derechos de las mayorías y dijo que solo hay un gobierno ejerciendo el poder que el pueblo le otorgó.
Para justificar el silencio universitario sobre el grave retroceso nacional, Arias expresó que no acompaña acciones opositoras de la ANEP, como si esa gremial empresarial fuera la única instancia crítica del gobierno o si las masivas protestas anti régimen no fueran realizadas por organizaciones populares, movimientos sociales y otros sectores democráticos.
Con Arias, la universidad pública del país guarda silencio sobre el alto costo de la vida, las desapariciones y otros problemas que representan graves violaciones a los derechos de las mayorías. La UES tampoco se pronuncia sobre la imposición del Bitcoin, el endeudamiento del país y la falta de transparencia en el uso de fondos públicos.
El rector ni siquiera se pronunció contra la ley privatizadora del agua aprobada por el oficialismo, a pesar de que -cuando estaba en campaña por la reelección en el cargo- encabezó una marcha para presionar a la anterior legislatura por una ley basada en la concepción de derecho humano y de gestión pública del vital líquido.
Este sometimiento del máximo representante universitario a un régimen no democrático recuerda la época del tristemente célebre Consejo de Administración Provisional de la UES (CAPUES), un gobierno universitario impostor y servil a la dictadura militar en la década de los setenta del siglo pasado, durante una de las intervenciones militares de la Universidad.
El CAPUES fue impuesto tras un bárbaro saqueo militar de las instalaciones universitarias y el exilio de las autoridades legítimas de la UES. Cuatro décadas después, Roger Arias repite el triste episodio de una dirección universitaria complaciente y cómplice de un régimen antidemocrático.