El año que termina será recordado por varios hechos relevantes, que dejan huella histórica. En orden cronológico, mencionamos tres más importantes.
El primero es el declive del FMLN, a partir de la catastrófica derrota electoral del 4 de marzo. El partido de izquierda sufrió la peor derrota de su historia, obteniendo igual número de votos y diputaciones que en 1994 cuando participó por primera vez en elecciones; quedando como fuerza irrelevante en la legislatura 2018-2021.
Debido al desgaste y los errores del gobierno y del partido, sumado al bloqueo y campañas de la derecha, el Frente sacó 500 mil votos menos que en la última elección parlamentaria y un millón de votos menos que en la última presidencial. Este resultado marca una grave decadencia efemelenista y una clara desventaja en la elección de febrero.
Lo temporal o definitivo de esta debacle dependerá de la actitud y decisiones que el FMLN tome después de las elecciones. El partido de izquierda podría resurgir mediante un proceso de refundación y reorganización que le permita volver a conectar con la base, retomar la agenda progresista y replantear un proyecto de cambio estructural en favor de la gente.
El segundo es la apertura de relaciones diplomáticas con China, anunciadas el 21 de agosto por el Presidente Sánchez Cerén. Esto representa una ruptura con el mandato estadounidense de relacionarse con Taiwán y una actualización de la política exterior salvadoreña dada la creciente influencia global del gigante asiático en los ámbitos político, económico y tecnológico.
Lo criticable de esto es la tardanza. La apertura de relaciones con China debió ser al inicio del primer gobierno de izquierda y no al final del segundo. Probablemente China habría financiado proyectos de desarrollo nacional o absorbido la deuda pública, quizás habría sido más bondadosa y menos injerencista que Estados Unidos y su FOMILENIO.
Y el tercero es la canonización de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el 14 de octubre. El Arzobispo Mártir subió a los altares 38 años después de ser asesinado por “odio a la fe”. La Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano identifica en forma clara y señala contundentemente a los responsables del magnicidio: las élites oligárquicas que “armaron la mano del asesino”.
El documento del Vaticano coincide con el Informe de la Comisión de la Verdad de la ONU y con resoluciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en que el ejecutor material del asesinato fue el ex mayor Roberto D´Abuisson, fundador de ARENA. Sin embargo, la dirigencia y el candidato presidencial del partido oligárquico se niegan a reconocerlo y pedir perdón.
Ojalá que Romero no se quede en los altares y se mantenga en la calle, con la gente y acompañando las luchas sociales por una vida digna, como él deseaba y proponía.
Ojalá que así sea.