Comunidades cristianas de base conmemoraron el martirio del padre Rutilio Grande, asesinado hace 42 años. El 12 de marzo de 1977, elementos de la extinta Guardia Nacional emboscaron el vehículo y luego ametrallaron al sacerdote jesuita y dos feligreses que se conducían con él por la carretera que conecta Aguilares y El Paisnal, en el norte de San Salvador.
El asesinato del padre Grande, conmovió a Monseñor Óscar Arnulfo Romero Arnulfo y marcó un punto de inflexión en la perspectiva eclesial del entonces recién asumido Arzobispo de San Salvador. Ese día Romero decretó misa única, condenó el vil el asesinato y se negó a reunirse con autoridades gubernamentales mientras no se esclareciera el crimen.
Rutilio Grande centró su trabajo pastoral con las comunidades y en la interpretación del evangelio desde la realidad de los pobres, excluidos y oprimidos. Por eso fue falazmente acusado de “comunista” y su asesinato fue instigado por la diabólica campaña “haga patria: mate a un cura” que promovía la extrema de derecha y las élites oligárquicas que la patrocinaban.
Así como el padre Grande y Monseñor Romero después, también fueron asesinados otros sacerdotes de la iglesia comprometida con la causa de los pobres: Octavio Ortiz Luna, Alfonso Navarro, Alirio Napoleón Macías, Ernesto Barrera, Cosme Spessotto, Ignacio Ellacuría y demás jesuitas de la UCA, varias monjas y muchos catequistas, algunos -como Octavio Ortiz- asesinados con lujo de barbarie.
La conmemoración del martirio de Rutilio Grande sucede en medio de buenas noticias sobre su proceso de beatificación iniciado en 2015 en el Vaticano. Según declaró el Arzobispo capitalino José Luis Escobar Alas, la “causa ha avanzado mucho”, lo cual indica que pronto Grande podría estar junto a San Romero en los altares de la iglesia católica.
Pero más importante que esto es que San Romero y el padre Grande estén el corazón del pueblo, en luchas de la gente y en la memoria de todos y todas que sueñan con un país más democrático, incluyente, equitativo, pacífico y sustentable.
La conmemoración del padre Grande y demás mártires debe ser siempre una exhortación a luchar por la dignidad, la paz y la justicia; y un llamado a la conversión y a ser consecuentes con los principios del verdadero evangelio.
Ojalá que así sea.