//La Madre Tierra está triste

La Madre Tierra está triste

“La Tierra está triste porque el hombre despreció la pureza del aire, la frescura del agua y el rocío de la noche. La Tierra está triste porque el hombre secó los húmedos prados, los ríos y los lagos…”. “La Tierra está triste porque el hombre cortó los árboles que le daban sombra y fruto, y quemó los campos, la selva y el bosque”.

“La Tierra está triste porque el hombre no quiere oler el aroma de las flores, ni mirar las bellas mariposas. La Tierra está triste porque el hombre contaminó el agua y murieron los peces; contaminó el aire y murieron las aves”.

“La Tierra está triste porque el hombre silenció las discusiones nocturnas de las ranas y el trino matutino de los pajarillos. La Tierra está triste porque el hombre mató al venado, a la ardilla y al águila; y mató al puma y al león”. “La Tierra está triste porque el hombre se quedó solo. La tierra está de duelo porque el hombre murió”.

Éstos son fragmentos de un poema escrito por Edgardo Vieto Price, en 1978, que advertía sobre la extinción de la especie humana, aun cuando los problemas ambientales no eran tan graves como ahora, más de cuarenta años después.

Ciertamente, la Madre Tierra -la Pachamama, como la llaman los pueblos andino-amazónicos, o la Casa Común, como la denomina el Papa Francisco en su célebre encíclica Laudato Si- está triste. La depredación, la contaminación, el extractivismo, el consumismo y los efectos del calentamiento global están acabando con ella y, por tanto, con la humanidad.

En El Salvador, los daños a la Tierra son muy graves, tanto que somos el segundo país más ambientalmente deteriorado en América Latina, después de Haití: contaminación de casi el 100% de las fuentes de agua, deforestación, basura por todos lados y faltan leyes como la de agua, de prohibición de agrotóxicos, entre otras.

En este Día de la Madre Tierra hay que lamentar y denunciar la perspectiva anti-ambiental (y anti-Tierra) del gobierno del presidente Nayib Bukele, el cual autoriza proyectos ecológicamente inviables como “Valle El Ángel” y no quiso adherirse al Acuerdo de Escazú, un convenio que promueve la protección ecológica y la defensa de activistas ambientales.

Ojalá que esta tristeza de la tierra provocara una gran indignación humana y generara un profundo deseo de vivir. Sólo así, la gente se levantaría contra este suicida sistema capitalista neoliberal y cambiaría radicalmente el rumbo de las políticas que conducen al despeñadero.