//Bukele ante las protestas: soberbia e insensatez

Bukele ante las protestas: soberbia e insensatez

En nuestro último editorial decíamos que, frente a las movilizaciones sociales del pasado 15 de septiembre, el presidente Nayib Bukele tenía dos opciones: actuar con sensatez y sentido común, escuchando el mensaje de la ciudadanía y mostrando disposición de rectificar; o dejarse llevar por la soberbia y prepotencia que le caracterizan, con lo cual aceleraría su decadencia.

Y el mandatario optó por lo segundo. En su tristemente célebre discurso de conmemoración del Bicentenario, impropio de un mandatario e indigno para una conmemoración histórica tan relevante, el mandatario descalificó las masivas protestas realizadas por organizaciones populares, movimientos estudiantiles, trabajadores judiciales y diversos sectores de la población que marcharon por las calles de San Salvador.

El sorprendido y descolocado presidente no tuvo argumentos serios y aseguró que fue “un grupo de manifestantes” que “dañó la propiedad privada y pública”, sin decir -desde luego- que esos daños fueron causados por grupos que infiltraron las movilizaciones para deslegitimarlas, probablemente siguiendo instrucciones del  mismo gobierno.

En una afirmación aún más temeraria, Bukele acusó a los embajadores presentes de “financiar a una oposición violenta”. El gobernante también expresó a los diplomáticos que su gobierno no es una dictadura porque no reprimió las protestas; pero no dijo nada sobre la eliminación de la independencia de poderes, la militarización del país y su intención de reelegirse.

El 15 de septiembre la población expresó su rechazo a la imposición del bitcoin como moneda, al desmantelamiento de la institucionalidad, al excesivo endeudamiento público, a la negociación con las pandillas y otras acciones de la administración Bukele. Pero el mandatario ha decidido encapricharse y no escuchar el legítimo reclamo ciudadano.

Esta soberbia, prepotencia e insensatez presidencial está llevando al país a una grave crisis económica, política y social que podría fácilmente evitarse si Bukele cambiara de actitud. Ojalá lo hiciera, todavía está a tiempo de usar el poder que tiene y el respaldo popular del que aún goza para implementar políticas públicas reales que aborden seriamente los problemas estructurales del país.

Si no lo hace, el mandatario tendrá que enfrentarse a un creciente movimiento de la ciudadanía que está perdiendo el miedo. El mensaje que Bukele debería acatar es que el país no está dispuesto a soportar a un tiranito más después de 200 años de aguantar a gobernantes  autócratas, autoritarios, dinásticos, demagogos y dictatoriales.