//Las pruebas que expulsan a las niñas de las escuelas

Las pruebas que expulsan a las niñas de las escuelas

Para las niñas y adolescentes en El Salvador, el acceso a la educación durante décadas ha estado en segundo plano, hoy con la llegada de la pandemia por COVID-19 esta situación empeoró y dejó al descubierto la profundización de la vulneración de sus derechos, limitando así su desarrollo personal.

Por Miriam Rodríguez/Foto: LadoB.com.mx

El año 2020 marca un antes y un después en la educación de las niñas en la zona rural, ya que además de los embarazos precoces, la inseguridad que son detonantes de la deserción escolar, ahora se suma un plan educativo fallido que oscureció, aún más, la esperanza de un futuro de superación.

Zulma, es una joven, acaba de cumplir sus 18 años. En el 2017, cuando contaba con apenas 14 años, quedó en estado de embarazo.

“Los consejos de mis padres, yo siempre los tuve, ellos siempre me aconsejaban y todo, pero, como acuérdese, como ellos dicen, que uno de niño no sabe lo que hace, fue una decisión mía la que yo quise, no porque ellos no estaban de acuerdo en que yo me acompañara”.

En 2017, El Salvador registró 19,190 embarazos en niñas y adolescentes de entre 10 a 19 años de edad, según el Mapa de embarazos en niñas y adolescentes realizado ese año por el Fondo de Población de las Naciones Unidas UNFPA.

Zulma fue parte de esas estadísticas que indican que 53 niñas y adolescentes salieron embarazadas por día en 2017 en El Salvador. 

“Al lado de una niña en situación de embarazo, hay una situación de abuso, hay una violación. nuestra legislación prohíbe estrictamente el abuso sexual o las uniones tempranas con una adolescente y eso es importante para dejarlo de ver que es natural o dejarlo de ver que es cotidiano de nuestras familias salvadoreñas”

Ella es Nathaly Novoa, especialista en la protección de los derechos de la infancia de la Fundación Educación y Cooperación (EDUCO). Para ella, el caso de Zulma entra en la categoría de abuso sexual. La pareja de Zulma tenía 20 años.

El año pasado, la Asociación de Promotores Comunales Salvadoreños, APROCSAL, hizo un muestreo de adolescentes embarazadas de San Salvador: el cien por ciento de las parejas de las jóvenes eran mayores de 18 años y al tomar como parámetros la edad de ellas que oscila entre los 15 a 18 años, estamos frente al delito de Estupro, que consiste en relaciones coito sexuales mediante el engaño.  

El promedio de escolaridad en El Salvador es de sexto grado. Zulma ya había superado esa barrera, pero dejar de cursar el octavo grado fue una decisión automática.

«Como le digo, (Zulma se ríe y con un poco de pena y nerviosa sigue su relato), yo sentía que ya no me iban a aceptar en la escuela, por mi embarazo, porque prácticamente tenía una responsabilidad, es así que iba a dejar de estudiar” 

Para Zulma, tener un embarazo a los 14 años significó enfrentarse a diversas presiones emocionales. La   expulsión de niñas embarazadas o madres adolescentes de los centros escolares está prohibida. Pero algunas veces la realidad superar la buena intención de una ley. La psicóloga Marisela Pérez describe las alteraciones que enfrentan las adolescentes que viven esa realidad.

“Puede sentirse limitada, puede haber frustración, puede haber angustia, mucho temor, por el hecho que no se está preparado psicológicamente para una gran responsabilidad que significa un hijo, y no es que un hijito sea malo, claro que no, sino que lo ideal para toda niña sería educarla en sexualidad, para que espere esa etapa para que tengan las condiciones básicas para poder darle vida a otro ser humano”.

Más de 990 mil estudiantes se matricularon en 2018, pero al finalizar el año, el Ministerio de Educación reportó que no todos habían completado el ciclo lectivo; 7.3 %, es decir, 6,930 abandonaron el aula. El 0.77% fueron niñas que salieron embarazadas.

Datos del Ministerio de Salud, indican que, durante el 2019, hubo 554 embarazos de niñas entre 10 a 14 años de edad, para el 2020 fueron 500.

Mientras que los embarazos de adolescentes entre 15 a 19 años, para el 2019 fueron 14, 716 y para el 2020 los datos indican que hubo una reducción: 12, 428 embarazos de adolescentes.

Y es que tener un embarazo a los 14 años, significa romper los sueños, metas y aspiraciones.

“En un nivel escolar, como el tercer ciclo, supone para las niñas socavar cualquier tipo de sueño que tenga, es decir, una niña en el sector rural le preguntamos, ¿Qué querés ser cuando seas grande?, pueden decir ellas, yo quiero ser doctora, yo quiero ser licenciada, secretaria, profesora, lo que quiera ser la niña, si sale de la escuela ese proyecto está totalmente sepultado, por lo tanto, va a tener mayores desventajas, porque no va a poder tener oportunidades de desarrollo personal, ni de desarrollo económico, y por lo tanto estará condenada a una dependencia de su pareja y a vivir, probablemente, pobreza profunda durante toda su vida”. dijo Mario Iraheta representante auxiliar del UNFPA en El Salvador.

Y aunque Mario lo dice de esa forma, Zulma aspira a que este no sea su caso.

“Mi meta es seguir estudiando, porque quiero alcanzar un logro, a poder sacar una carrera y poder seguir estudiando para trabajar. Tener un trabajo estable, para poder – este, como le digo – darle un buen futuro a mi niña” … “Uno más allá necesita del estudio, uno quiere trabajar, pero como no tiene estudio no se puede…sigan los consejos de sus padres, porque uno más allá se puede arrepentir de lo que ha hecho mal”.   

La deserción escolar que despoja de toda oportunidad de desarrollo a las niñas, no solo es provocada por los embarazos, también hay otro factor bien identificado en el país:  la inseguridad en la zona rural.

Inseguridad

Es un jueves de enero, son las 9 de la mañana, estoy en el Cantón El Amatillo de El Rosario en Cuscatlán. Los perros anuncian mi llegada a la casa donde me reciben Nuria y Carlos, padres de Erika, Carlitos y Lupita. Nos saludamos y al fondo veo una montaña de mazorcas de maíz. Sentada está Lupita, trabajando, destusando maíz. Lupita, es una joven sonriente y amable, tiene 18 años y colabora en labores agrícolas y cosas del hogar.

Hace cuatro años, Lupita iniciaba su noveno grado en la escuela El Amatillo. Y aunque llegar hasta su centro de estudios significaba caminar largos trayectos, ella seguía con el deseo de estudiar; pero de repente esas aspiraciones se desvanecieron. Lupita ya no quiso terminar la educación básica. No fue un capricho, ni tampoco pereza: fue temor, miedo a la inseguridad que representaba esos largos recorridos de casi una hora para llegar a su centro educativo. Lupita se rindió ante una situación que para ella significaba peligro.

 “Por la distancia, y también que en ese tiempo estaba bastante peligroso, porque se veían bastantes jóvenes en la calle que no andaban en buenos pasos”.

Su madre Nuria, confirma esa situación que obligó a Lupita a darse por vencida y desistir de seguir sus estudios.

“O sea, ella una vez a mí me dijo, que a veces los bichos les ofrecían de fumar marihuana en el camino, una vez dice que las obligaron. Es que allá les enseñan a otros bichos, les dan como a probar, entonces ella sentía miedo que las ibas a intimidar, porque en ese tiempo bastante iban a la escuela los bichos de la calle. En ese tiempo que ella estaba yendo, de Cedros llegaban desconocidos. ¡Hay no!, yo no voy a la escuela, me decía, me siento más segura en la casa”, asegura Nuria le expresaba su hija   

En el 2017, año en que Lupita dejó de ir a la escuela, la deserción escolar por inseguridad fue del 6 por ciento, según datos del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología (MINEDUCYT), es decir 6 de cada 100 niñas ya no continúo estudiando.

La encuesta Nacional de Hogares y Propósitos Múltiples de 2019 del Ministerio de Economía reflejó que la delincuencia, aunque no es la causa principal de la deserción escolar de niñas y niños en la zona rural, si representa el 3.02 por ciento; significa, que por lo menos 3 de cada 100 estudiantes han abandonados sus estudios por temor.

El gobierno actual del presidente Nayib Bukele negó la información actualizada sobre la deserción escolar. Al solicitar datos del año 2019 y 2020, la oficina de Información y Respuesta del MINEDUCYT respondió que la del año 2019 no la tienen debido a la transición de la metodología del sistema de recolección de datos; y la del año 2020 es porque las matrículas aún están en revisión. Hasta la presentación de este reportaje no habían dado respuesta.

Esta situación que vivió Lupita, no es ajena para Rosa Virginia Sánchez y Nathaly Novoa de la Fundacion EDUCO, quienes trabajan con comunidades en la zona rural y que han constatado las situaciones a las que están expuestas las niñas del lugar.

“Una niña deja de asistir a la escuela por el riesgo que hay desde su casa a la escuela, que son procesos de inseguridad, algunas veces y entre las experiencias que nos ha tocado vivir, muchas han tenido que abandonar su estudio, su beca, porque existía algún grupo pandilleril y le decían, talvez, a la niña –yo con vos me voy a casar- o –te vas a venir conmigo- y eso les generó miedo y desistieron de seguir allí”.

Nathaly Novoa, también de la Fundación EDUCO, menciona los riesgos a que se ven expuestas las niñas.

“En la zona rural, corren el riesgo, por ejemplo, de ser abusadas sexualmente, de ser acosadas durante los caminos a su centro escolar o los lugares donde las envían a hacer mandados, a ser perseguidas y estas zonas al ser inseguras, significa que no son espacios plenos y positivos para el desarrollo de las niñas y adolescentes, no son entornos donde ellas se sientan bien y que favorezca su desarrollo emocional y físico”.

Trabajos de cuidados del hogar

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, menciona que dejar la escuela, además de ser un impacto que la persona sufre durante el resto de su vida, también les impide desarrollarse plenamente, limitan sus oportunidades laborales y dificultan que ejerzan plenamente sus otros derechos.

Para Lupita, los quehaceres y tareas del hogar es algo normal, mejor dicho, es casi obligatorio levantarse temprano, ir al molino, hacer la comida a los trabajadores, además están las responsabilidades agrícolas, ese patrón está bien marcado en los hogares de la zona rural.

La DIGESTYC también realizó en el año 2019 una encuesta sobre los trabajos de cuidado de jóvenes entre 16 a 18 años y que no asisten a estudiar. Al sumar el “trabajo doméstico y cuidado”, y la categoría “causas del hogar” suman 26.8% para las mujeres y en los hombres es de 1,90 %. Estos resultados fortalecen la tesis que sostiene la academia y organizaciones feministas, sobre las razones culturales y socioeconómicas que acentúan las brechas educativas entre hombres y mujeres.

La especialista en estadísticas de género de la DIGESTYC, Vilma Mejia, habla de lo que significa esos resultados.

“En quehaceres domésticos vemos esa gran brecha que hay entre mujeres y hombres, cuando dicen, dejo de estudiar o ya no sigo mis estudios porque tengo que dedicarme a mis quehaceres domésticos, entonces, allí vemos quiénes dan esa respuesta, según el sexo de la persona y vemos allí la brecha tan grande que hay en que las mujeres asumen el cuidado, las tareas domésticas no remuneradas y los cuidados, por tanto, ya no continúan sus estudios, que no es la misma realidad que la de los hombres”.

Pero eso no es todo, ahora también tiene que ayudar a resolver tareas de sus hermanos

“Si les ayudaba cuando ellos iban antes, así como era antes, pero hoy después que estuvo la pandemia, les ayudaba más todavía, porque hay había unas tareas que ellos también no le entendían y yo les ayudaba también cuando podía ayudarles a resolver eso, las tareas. Si les dejaban bastantes, porque a veces no las alcanzaban a terminar durante la semana”.

Casi todas las hermanas mayores asumieron otra responsabilidad, ayudar a resolver tareas de sus hermanos menores, dijo Nathaly Novoa.

“Se ha identificado un impacto bastante fuerte y grande, principalmente en este grupo más vulnerable, que son las niñas y adolescentes, donde se identifica, mayormente el trabajo no reproductivo dentro del hogar, esto quiere decir, que mayor carga en los quehaceres de su casa, el tema de cuidados de hermanos y otra parte es el trabajo agrícola que son quehaceres propios de la dinámica familiar”.

 Erika y Carlos de 10 años, el año pasado cursaban el cuarto grado, Lupita es quien los apoyaba en sus trabajos de la escuela, pero con la llegada del virus del Covid 19, la enseñanza educativa, pasó de lo presencial a lo virtual.

Era digital

Ese cambio repentino en la forma de enseñanza, implicó una serie de nuevas formas de educación en todos los estudiantes a nivel nacional, incluyendo a los hermanos de Lupita.

Cuando digo nuevas formas de educación, me refiero a las disposiciones tomadas por las autoridades del Ministerio de Educación y que por medio de diferentes circulares y normativas indicaban a las instituciones escolares los nuevos procesos para seguir con el año escolar.

Para entrar en este nuevo espacio digital, lo más importante era contar con un dispositivo adecuado para enviar y recibir información, tener una cuenta de correo electrónico y aún más importante contar con la conectividad y buena señal, algo de lo que carecen la mayoría de las escuelas de las zonas rurales del país.

 “No es lo mismo tener los conocimientos, a aplicarlos en un área, aquí rural, por ejemplo, en donde los mismos alumnos no cuentan con las herramientas, escasamente cuentan con un celular. Una de las dificultades que tuvimos, fue que el tipo de teléfono que los padres de familia poseen, no era un teléfono de esos llamados inteligentes, entonces se les hacía muy difícil tener las diferentes aplicaciones que nosotros podíamos utilizar para realizar tareas, tenían teléfonos de esos que le llaman “pajarito”, entonces no les duraban, no tenían una buena recepción, las cámaras, por medio de las cuales que nosotros pedíamos las evidencias de los trabajos que hacían, no eran de calidad, entonces todo eso afectó, dijo Joaquín, un maestro que ejerce la docencia desde hace más de 20 años.

En la Memoria de Labores 2019-2020, el MINEDUCYT, menciona que más de 30,000 docentes y asistentes técnicos iniciaron la formación docente, junto a la Secretaría de Innovación de la Presidencia, para el uso de la plataforma Google Classroom.

Plataforma que tampoco favoreció a las y los estudiantes de las zonas rurales.

“O sea trabajaron el 85 por ciento, pero buscando ellos diferente herramienta, porque el google classroom ninguno de los alumnos pudimos trabajar en esa área, no se pudo trabajar, uno de los maestros intentó, yo también intenté ingresar, pero como nadie tenía correo electrónico, no me sirvió, no me sirvió de nada, entonces yo no pude entrar ninguna información, así que para nosotros, google classroom, fue una información muy buena , un trabajo muy bonito de plataforma, pero con nuestros alumnos no se puede trabajar…en nuestra escuela no se puede trabajar esta plataforma”, aseguró una maestra que declinó dar su nombre.

El lunes 22 de febrero, el gobierno del presidente Nayib Bukele comenzó la entrega de computadoras. El objetivo es que lleguen al cien por ciento de niños, niñas, jóvenes y maestros a nivel nacional. El mandatario mencionó que los equipos ya tienen instalada la plataforma google classroom, pero recordemos que en la zona rural esta plataforma no funcionó. El Presidente también dijo que las computadoras tienen internet gratis, pero no específico cómo funcionarán en la zona rural; en muchas zonas, las compañías telefónicas no cuentan con una buena cobertura. La reducción de la brecha digital se podrá medir hasta más adelante.

Otra opción, que el MINEDUCYT, puso a disposición, fueron las clases transmitidas por el canal 10, eso tampoco funcionó en el área rural.

“Muchos alumnos no tienen disponibilidad de señal, entonces en la guía de ficha escolar que les dimos este año, inclusive la del año pasado, manifestaban que no tienen recepción de canal 10, que es el autorizado para emitir esta franja educativa”.

Entonces, la inseguridad, más el aumento de trabajo en casa y todas las dificultades que vio han enfrentado sus hermanos para responder a las exigencias de la educación en línea, hacen que Lupita vea aún más lejos la oportunidad de retomar sus estudios.

“Tendría que hacer yo, más tarea y cuesta más, a veces yo me fijaba con mis hermanos que la maestra no les explicaba mucho, a veces decían, haga esto y lo otro y así nos costaba bastante hacer las tareas y me imagino que también, tenemos que tener otro teléfono para hacer tareas, porque ellos hacen tareas en mi teléfono, a saber, cómo vamos hacer ahí, porque cuesta bastante, y como es que son dos”, refiriéndose a sus hermanos.  

No cabe duda que el futuro de las niñas continúa cuesta arriba y en peligro. La pandemia vino a alejar aún más a las niñas de las aulas. Y está comprobado que no concluir sus estudios formales aumentará su vulnerabilidad como mujeres en la zona rural, obligándolas a vivir de trabajos menos rentables, más sacrificados o incluso ilegales.

Versión Podcast

Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International Women`s Media Foundation (IWMF), como parte de su iniciativa ¡Exprésate en América Latina!