En positivo se destaca la ausencia de violencia electoral y la desaparición de la “pinta y pega”. A pesar de la polarización que persiste entre los dos partidos mayoritarios, es aplaudible la madurez y respeto en el comportamiento de las militancias arenera y efemelenista.
Y con respecto a la pinta y pega, esa deplorable práctica por fin está desapareciendo, gracias a la prohibición legal y a la sustitución de este método arcaico por el uso de otros medios, sobre todo las redes digitales. Los partidos y candidatos que todavía lo hacen deben ser sancionados ejemplarmente.
En negativo está la creciente apatía, que podría derivar en un abstencionismo mayor al habitual. Contribuyen a esto el desgaste de algunos partidos, la falta de propuestas reales, las dudas sobre el proceso provocadas por la Sala Constitucional y llamados absurdos a no votar o anular el voto.
Aspectos negativos también son el manipuleo de la discapacidad y el discurso religioso, que apelan a la emoción y al fundamentalismo del electorado. Candidatos de ARENA y PCN no respetan el Estado laico y proponen resolver problemas de violencia leyendo la biblia en las escuelas.
Se suma la desnaturalización y descomposición política que causan el voto por rostro, voto cruzado y demás inventos de la Sala. Del debate sobre ideas, propuestas y proyectos pasamos a la pasarela de caras bonitas; el diseño gráfico y photoshop sepultaron a la elaboración y deliberación programática.
Lo anterior debería provocar una discusión profunda sobre nuestro sistema político electoral. El camino hacia un modelo más participativo y transparente no es la visión anti partidos que impone la Sala, sino el de la participación directa en las decisiones trascendentales.
Recientemente el FMLN propuso algunas medidas de democracia participativa. En voz de la diputada Norma Guevara, la izquierda gobernante planteó el plebiscito y referendo, elegir por voto popular a los magistrados y la participación equitativa de mujeres-hombres en cargos públicos.
Ahí hay un mejor camino señalado.