El día de la clase trabajadora también es una oportunidad para analizar la desigualdad de género en el trabajo no remunerado. Organizaciones sociales afirman que la emergencia por COVID-19 no solo desnudó la doble jornada que se ha depositado por siglos en las mujeres sino que aumentó su carga, la cual aseguran, va más allá del trabajo doméstico.
Por Krissia Girón / Foto: Ailen Possamay
Sofía Acevedo perdió a varios clientes de su negocio de ventas por catálogo debido a las medidas de emergencia por la pandemia del COVID-19. Vive con su padre y sus 3 hijos. Entre los quehaceres de la casa, mantener el negocio, el cuido de las y los hijos y de sí misma, lamenta que esta situación haya aumentado sus cargas tanto físicas como emocionales.
“Como mamá tengo miedo. He tenido que salir por comida pero lo hago con mucho miedo porque si me pasa algo o a alguno de los 3 puede ser peor. Por el lado económico me ha afectado porque no me puedo movilizar, es muy poca gente la que compra, no estoy recibiendo nada. La carga en la casa también aumenta considerablemente, ya de por si es bastante pero ahora es más porque todos están aquí”, afirma.
A veces, dice, la envuelve el miedo a que se enferme una de sus hijas, hijos o su padre. “Nos sentimos vulnerables, no sé si lo estamos haciendo bien o no nos estamos protegiendo”, lamenta.
Su hermana y hermanos son una alternativa para compartir sus pesares y angustias, “incluso con mi mamá, ella esta en Italia, para ella ha sido bien duro porque está encerrada en su trabajo cuidando adultos mayores y lejos de su hogar”, expresó.
Hablar del trabajo para el cuido de la vida es abordar temas como la alimentacion, el agua, relaciones familiares y su corresponsabilidad, el Estado y la empresa privada, según dijo a la Red Informativa de ARPAS Victoria Chávez, de la Coordinadora Social para la Economía del Cuidado (COSEC).
Chávez lamenta que, en el marco de la pandemia, muchas mujeres estén quedando sin empleo. “Estamos viendo mujeres despedidas de maquilas sin nada y no pueden ir a poner una denuncia. A esto se le suma que tenemos que llevar las cargas emocionales de toda la familia, no solo las nuestras”, dijo.
La educación de niñas, niños y adolescentes también es un tema que apremia, afirma Victoria Chávez. “Muchas de nuestras mujeres no saben ni leer y esta es otra carga más. Genera otro estrés por no poder ayudar a sus hijas e hijos, porque tampoco tienen internet, algún celular inteligente o computadora”, señala.
Iliana Álvarez, docente e investigadora del Departamento de Economía de la UCA, señaló que los cuidados aún no son reconocidos como un trabajo por el Estado y que, por el contrario, se naturaliza la idea de que las mujeres asumirán esta carga
“No se reconoce como un trabajo, es algo que se asume que va a ser solucionado en los hogares por las mujeres. Si todas nosotras paramos esta labor, se paraliza prácticamente todo: la economía, la producción y aquella capacidad que tienen los hogares de preparar fuerza de trabajo”, afirmó.
Álvarez sostiene que no solamente se trata del trabajo en casa. “Existen otras actividades fuera del hogar, como las personas que cuidan en otras casas, u otras actividades asociadas al cuidado como quienes trabajan en restaurantes, hotelería, sector salud, etc.”, dijo.
La docente expresa que en El Salvador que el cuidado del hogar y de grupos vulnerables -ya sea dentro o fuera de casa- recae también en niñas, adolescentes y mujeres jóvenes.
“Ante una situación de emergencia podemos esperar que uno de los impactos inmediatos sea el incremento en horas de trabajo de cuidado que las mujeres están dedicando a, ya sea actividades de autocuidado, cuidado de terceras personas o actividades de cuidado especializado”, señaló.
Según el estudio sobre el Aporte de las Mujeres a la Economía desde las Políticas Públicas del Cuidado, la Corresponsabilidad y las Cuentas Satélites del Banco Central de Reserva (BCR), desde los 10 años ellas dedican 5.2 horas diarias a labores no remuneradas, enfocadas en el trabajo doméstico. El estudio afirma que solo en 2010 gastaron 13.9 millones de horas.
Los datos del BCR afirman que el trabajo de los cuidados no remunerados podría representar el 20% del Producto Interno Bruto (PIB).
Guadalupe Rivera, representante de la Unión Sindical de Trabajadoras Remuneradas, USITRASER, del municipio de Tacuba, en Ahuchapán, explicó a la Red Informativa de ARPAS que esta situación es generalizada para muchas mujeres de la zona, que en su mayoría son trabajadoras del hogar remunerado.
“A algunas las despidieron, a otras las llamaron y no las dejaron salir hasta 5 semanas después, sin salario. Otras siguen encerradas con sus patronos, otras están recibiendo la mitad del salario, pero en casa conviven con la violencia. Varias regresan a San Salvador para hacer dos días o un día de lavar y planchar para sobrevivir”, manifestó.
Rivera lamenta que las medidas implementadas por la pandemia del COVID-19 obviaron la realidad de muchas mujeres. Por ejemplo, afirma que varias trabajadoras del hogar no fueron beneficiadas con el bono de los $300, por lo que, pese a la cuarentena “deben salir a rebuscarse”.
Para la representante de la Federación de Sindicatos Independientes de El Salvador, FEASIES, Marta Zaldaña, también es preocupante la elevada tasa de violencia en los hogares y feminicidios, intensificada tras las medidas de confinamiento.
Zaldaña lamentó que las necesidades, condiciones y realidades diversas de las mujeres no sean tomadas en cuenta por el gobierno para tomar cartas en el asunto.
“Nos hemos encotrado ante un Ejecutivo sordo y muy prepotente que no escucha las alternativas de las organizaciones y la academia. No hay un mecanismo de diálogo para tomar en cuenta estas propuestas”, aseveró la representante de FEASIES
Todas las mujeres entrevistadas en esta nota coinciden en que el Estado debe escuchar a las organizaciones para construir políticas o adoptar medidas que favorezcan a cada sector, sobre todo a las mujeres y su entorno, ya que, aseguran, ellas son las más impactadas por la crisis en todos los ámbitos de su vida.