Los empresarios Carlos Calleja, Javier Simán y (un tercero irrelevante sólo para completar la foto) Gustavo López Davison posan sonrientes en los cafés y monumentos de Washington, y los medios conservadores dicen que están “gestionando estabilidad migratoria para los compatriotas”.
El guión actuado por la alegre comitiva arenera en Estados Unidos es un burdo acto electorero y de politiquería barata que más bien entorpece las gestiones realizadas por el gobierno, a través de la Cancillería y con apoyo pluripartidario de la Asamblea Legislativa. Por eso el vocero presidencial Eugenio Chicas lo considera “imprudente, egoísta y eminentemente electorero”.
ARENA busca sacar raja política de la incertidumbre de los connacionales varados en Estados Unidos: cuando Donald Trump anunció la cancelación del TPS, el partido opositor quiso culpar al Ejecutivo, alegando que era resultado de la supuesta mala relación del FMLN con el gobierno gringo. A esa falaz campaña se sumó el alcalde capitalino Nayib Bukele.
Ahora los precandidatos oligárquicos se presentan como los mediadores de la diáspora salvadoreña. Cinismo y descaro que no tiene nombre, se burla de la dignidad de los compatriotas y ofende la inteligencia del país.
Esta politiquería barata de los presidenciables oligárquicos debería reforzar la convicción de toda la población honrada, decente y trabajadora sobre la urgencia de evitar el regreso de ARENA y la consecuente reinstauración del gobierno autoritario, corporativo y corrupto que impusieron durante 20 años.
Un gobierno presidido por Callejas o Simán terminaría la transparencia y rendición de cuentas, aplicaría un terrible ajuste neoliberal, reprimiría las protestas populares y socavaría la democracia, pues desaparecerían la independencia de poderes y los contrapesos si ARENA controla el Ejecutivo, Asamblea, Sala Constitucional y la Fiscalía.
La lamentable situación de Argentina y Brasil – donde la derecha retomó el poder después de gobiernos progresistas que ampliaron la democracia y los derechos de la población – es una advertencia ineludible para El Salvador.