“Empresas de todos los sectores financieros, extractivos, textiles, farmacéuticos y otros utilizan su enorme poder e influencia para garantizar que las leyes y políticas nacionales e internacionales se diseñen a su medida, con el objetivo de proteger sus intereses y aumentar su rentabilidad”, señala el informe denominado “Iguales: es hora de cambiar las reglas”.
Según el estudio, desde los años noventa las riquezas de unos mil millonarios, sobre todo, del ámbito de la construcción y la minería, han incrementado exponencialmente sus ganancias gracias a beneficios otorgados por gobiernos.
“Durante el 2015 las diez mayores empresas del mundo obtuvieron una facturación superior a los ingresos de 180 países juntos”, indica el informe. También señala que “toda la riqueza mundial alcanza actualmente la asombrosa cifra de 255 billones, la mitad de ésta acaparada por el 1% más rico de la población”.
El estudio desmiente la idea de que los super-ricos han logrado sus fortunas por méritos propios, por su actitud visionaria, por su competitividad o por su “arduo trabajo”. Es, más bien, porque utilizan sus riquezas para financiar a candidatos y hacer lobby con gobiernos, a fin de conseguir exenciones tributarias, contratos favorables y otros beneficios.
Estos millonarios también usan los llamados paraísos fiscales y jurisdicciones protegidas por el secreto bancario para eludir el pago de impuestos. Según los cálculos más conservadores, unos 7.6 billones de dólares se ocultan en las empresas “offshore”.
En El Salvador, las élites oligárquicas surgieron por el despojo histórico de la tierra y la explotación de la gente trabajadora (indígenas, campesinos, obreros), se consolidaron poniendo al Estado a su servicio y se expandieron en las últimas décadas gracias a la implementación del modelo neoliberal.
El esquema tributario regresivo, los escandalosos niveles de evasión y la vigencia de una veintena de leyes de la elusión, explican la enorme riqueza de los “emprendedores”, “visionarios”, “competitivos” y “ejemplares” empresarios oligárquicos salvadoreños. Por tanto, su riqueza es espuria.
Y no conformes con seguir concentrando la riqueza aun sin estar en el gobierno, estos millonarios apátridas están empeñados en recuperar el gobierno. Con Carlos Calleja o Javier Simán (o con los dos), esperan en las elecciones del 2019 tomar nuevamente la Casa Presidencial para reinstaurar el gobierno corporativo y patrimonialista totalmente a su servicio.