El programa – instaurado durante el gobierno de Barack Obama – permitía estudiar o trabajar a jóvenes que llegaron pequeños a Estados Unidos, llevados por su padres que huían de la violencia y el desempleo en sus países.
El gobernante neofacista lo prometió en su campaña electoral para conseguir el voto de los blancos racistas y xenófobos. También prometió construir un muro en la frontera con México para evitar el paso de migrantes, aberración que parece igualmente dispuesto a cumplir.
Hace unas semanas Trump dio declaraciones de apoyo a grupos de supremacistas blancos herederos del Ku Klux Klan que promovió el racismo, el antisemitismo, la xenofobia, el anticatolicismo y el anticomunismo durante más de un siglo.
Sin embargo, la reversión del DACA es rechazada por autoridades estatales que la impugnarán en tribunales y de amplios sectores que presionarán al Congreso para regularizar a los 800 mil jóvenes. Las estupideces de Trump deberían provocar una gran movilización por una reforma migratoria integral.
Las movilizaciones pro migrantes también deben exigir la renuncia o destitución de Donald Trump. El mandatario racista y xenófobo es una amenaza para los migrantes, para el pueblo estadounidense y para el mundo entero.
La vocación guerrerista de Trump tiene al mundo en vilo y constituye el peor peligro para la existencia de la humanidad. Las tenebrosas amenazas del presidente estadounidense, incluso, han provocado otras amenazas nucleares como la que representa Corea del Norte.
Hoy más que nunca, es necesario que todos los gobiernos y pueblos de mundo – que quieran preservar la vida en el planeta – expresen su repudio al inquilino neofacista de la Casa Blanca, especialmente los latinoamericanos.
El Salvador debe asumir una postura firme ante los atropellos de Trump contra los migrantes. Hasta hoy, la posición es tibia: el comunicado de Cancillería sobre la reversión del DACA no expresa una condena, sólo aclara que no es deportación inmediata y anuncia que gestionará ante el congreso estadounidense.